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Voto de metabaron:
3
Comedia. Fantástico. Acción. Romance Scott Pilgrim (Michael Cera) es un joven que conoce a la mujer de sus sueños, Ramona V. Flowers (Mary Elizabeth Winstead). Pero para conquistar su corazón, deberá primero luchar y vencer a sus siete malvadas exparejas, misión harto complicada, pues tienen poderes especiales... (FILMAFFINITY)
25 de noviembre de 2010
34 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
No resulta una sorpresa que este filme haya tenido una recepción comercial tan tibia como la del "Meteoro" wachowskiano: al fin y al cabo, sus ambiciones no son tan distintas: ambas desean se rjuguetes high tech de estética vintage destinados a un público que ha mamado anime japonés y videojuegos desde su más tierna infancia (pero que les ha dado las espalda, en taquilla, paradójicamente).

En el caso de "Scott Pilgrim", las razones de que la película no funcione resultan variadas. La heterodoxia de la que el largo alardea no es más que un tótum revolútum escasamente hilado. Edgar Wright quiere ser con este filme el más enrollado del barrio, el más punk y el más moderno. Pero la cosa no es más que un mera impostura sobrecargada de efectos gráficos. Algo así como "Speed Racer" escrito por Diablo Cody.

Actoralmente, el resultado dista mucho de ser satisfactorio: Michael Cera es menos expresivo que Keanu Reeves con un ictus. Jamás llegas a creer que Mary Elizabeth Winstead esté interesada por Scott y el resto de los personajes son interpretados con una mezcla de pasota distanciamiento postmoderno (los amigos del héroe) o sobreactuación (los villanos). Nadie se cree su papel. Y queda muy claro. Excepto quizá Ellen Wong, cuyo entusiasmo es digno de mejor película.

Por otro lado, el mundo del filme es incoherente: la vida de los personajes es normal, pero en cuanto se pelea, la realidad se esfuma. No hay reglas que rijan nada y el conjunto resulta falto de cohesión. Algo que las películas fantásticas a menudo piden a gritos. Porque sin reglas, la fantasía se vuelve anárquica y descontrolada, llevando a la gratuidad. Algo que ocurre a gente como Michel Gondry o Terry Gilliam.

En cuanto al humor, resulta excesivamente infantil. Ideas como que el ser vegetariano proporcione superpoderes o que un personaje tenga un sistema automático de censura verbal no son más que gracietas autocomplacientes escritas con laxitud que pretenden divertir por mera acumulación.

En resumen: un experimento decepcionante cuyo desbordamiento visual hubiera sido mejor recibido en una historia más adecuada (como "Dragonball", por ejemplo).
metabaron
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