es lo que le hace falta a Alex de la Iglesia. 30 meses sin rodar encerrado en un iglú. 30 meses sin críticos rindiéndole pleitesía ni tuiteros contándole por enésima vez lo friki, salvaje, excesivo y transgresor que es su estilo. 30 meses sin idiotas pululando por la webs de cine con el argumento peregrino de que a De la Iglesia o lo amas o lo odias. Como a Raphael, oye. Si no entras en su universo, pues peor pa ti.

Menuda cagada de serie, tú. Tiene mimbres de algo que podría haber estado bien. Es cierto: los tiene. Podría haber estado bien , sí, pero la verdad es que no lo está. Junto con Nolan, Alex parece ser el único director con la habilidad esotérica de salir reforzado en la imaginación de sus devotos de modo que sus obras son casi siempre perdonadas porque apuntan alto. Tan cegada ha estado la gente con el potencial de esta serie, que, al parecer, nadie en producción ni en HBO se ha dado cuenta de que los episodios se deslizan de más a menos en clara progresión geométrica y que el season finale es ya directamente un disparate que roza la vergüenza ajena.

Lo que pasa es que para mezclar la comedia y el terror y que te salga un híbrido comestible hay que tener muchas tablas y no basta con amontonar actores de La que se avecina y criaturas del averno. Alex lleva ya un tiempo intentando convertirse en una especie de Berlanga del terror patrio. Le apasionan las corralas de actores y la simbología del mal, y siempre te intenta meter un poco de sustancia demoníaca y otro poco de vecina cotilla. La gente es el mal, sí, ya lo sabemos, pero no nos flipemos tanto con el diablo y las vecinas del super porque luego con la emoción se nos va la serie de las manos. Let's focus o, como ya decía otro crítico por aquí: cíñase al género primero, oiga , que luego ya habrá tiempo de hacer filigranas.

El elenco, por otra parte, completamente desaprovechado. Actores en ocasiones muy capaces ( en otras no tanto) dando vueltas por la serie con motivaciones cambiantes como pollos descabezados. Más allá de sus biceps de boxeador y de su barbuda presencia, ¿qué pinta realmente el padre Vergara? No lo sé, pero a la promoción de la serie le viene muy bien su fibrosa estampa con sotana. Estas cosas de cambio de registro siempre segregan endorfinas y quedan chulas. Tanto el villano de la serie como el supuesto protagonista quedan desdibujados ante el carnaval de cuentos asombrosos que se van sucediendo cronológicamente en un cada vez más difícil todavía. La retahíla de milagros es tan extensa que no da tiempo a degustarla y ya muy pronto, sin que te des cuenta , la serie se ha transformado en la viñeta final de un album de Asterix: una pachanga en la que está inmersa todo el pueblo y en la que además vuelan los jabalíes .Roma, Alepo, París, pallá y pacá. Todo el guión va siendo una excusa para la traca final. De hecho, ahora que ya al espectador se la suda todo, es justo el momento de untar el pueblo con chacina y sembrarlo con cabezas de cordero.

Y de lo técnico , pa qué hablar, El pésimo cgi podría hasta tener su encanto como algo propio de los códigos de la serie B: lo imperdonable es el efectismo de serie Z que permea toda la serie.

¿Podría haber sido una gran serie? Claro. La premisa es buena y se vale de los dos mayores terrores que puede experimentar el ser humano: el de que no exista Dios y el terror a acabar viviendo en un pueblo. Pa qué más. Tenía potencial y mucho. En vuestra imaginación.