De todo lo que se ha rodado con Disney, Gareth Edwards ha sido el único que ha resistido la tentación de la infantilización. Al imperio cinematográfico Sith con sede en Orlando sólo le ha faltado meter a Mickey Mouse en la serie. La tarjeta de presentación de Disney + es a ratos una sitcom con stormtroopers , a ratos una comedia estilo tres solteros y un biberón y a ratos un western desangelado.

Si esto es lo mejor que puede producir Disney + con todo su músculo, que la fuerza nos pille confesados. Al universo de Star Wars le está haciendo falta una serie adulta como el comer, algo que pueda competir de tú a tú con los nuevos mundos de ficción que se están creando y captar la atención de un público mayor de 12 años. Esta serie, cuyo guión es apenas un divertimento esbozado por Jon Favreau y sus colegas una tarde que estaban comiendo pizza, no es la manera. Hay cientos de novelas e historias de las que tirar en el universo Star Wars. No será por material. Pero esta cosa de samurai y niño hace aguas por todas partes: no acaba de ser épica ni cómica ni profunda, es decir, ni añade nada ni revela nada ni queda en la retina ni importa un pimiento.