De la mano de un brasileño americanizado nos llega esta película de animación ajena a Disney o Dreamworks. Y la verdad que se agradece.
Entretenida, llena de color y mucho carnaval, para disfrutar un día que uno no quiera ver violencia ni dramones o tramas complejas.
De todas formas hay muchos aspectos que la hacen ser una más del montón.
Lo primero de todo es que lo único que tenemos brasileño 100 x 100 es que está recreado en Rio de Janeiro y que de vez en cuando se escucha alguna frase en portugués, pero el resto es una desagradable presencia de la sombra estadounidense. Según nos cuentan en esta historia Brasil es obviamente un país lleno de favelas (no creo yo que a los brasileños les haga gracia que cuando hablan de su país recurran siempre a los suburbios llenos de chabolas y delincuencia) lleno de jóvenes delincuentes y donde todo el mundo baila. Son esos estereotipos que nos aburren demasiado porque vemos que los EEUU no pueden sino poner dos o tres etiquetas representativas de un pueblo extranjero y de ahí no salen. No contento con eso nos engañan dando a entender que una fiesta en Brasil es igualita a una en Los Angeles por poner un ejemplo. Que hay pájaros que actúan como raperos negratas propios de barrios bajos de USA y donde una vez tras otra nos recuerda el mismo Blue, que Minnesota es mucho mejor que esa ciudad llamada Rio.
Yo si fuera Carioca mandaría esta película al carajo.