Guillermo del Toro despide este 2022, carente de estimulantes títulos, con una reinvención de una historia centenaria de sobra conocida por todos:
El Pinocho del cineasta mexicano está hecho con mimo, con maestría y con muchas dosis de ingenio para conseguir un resultado muy convincente, lleno de atractivos decorados y recursos técnicos, y con unas dos horas de duración que son bien fluidas y llevaderas.

No se conforma esta película con desarrollar el apartado técnico, sino que impulsa a sus personajes hacia un nuevo nivel, tanto de apariencia como de personalidad. La marioneta protagonista es de naturaleza rebelde en un contexto poco propicio para ello. Gepetto es un pobre infeliz con un pasado tormentoso y el grillo… pues sigue siendo un grillo pero con un toque diferente, más espontáneo.

La historia tiene multitud de matices y reflexiones sobre varios aspectos (la guerra, el amor, la amistad, la libertad, la vida y la muerte…) todos ellos introducidos de una forma muy natural y elegante, descubriéndose este trabajo como un cuento para niños y adultos, del que cabe extraer numerosas conclusiones muy válidas en la actualidad.

El Pinocho de Guillermo del Toro es un trabajo estimulante y entrañable, pero al que quizás le sobren los momentos musicales (que no dan la talla) y, en consecuencia, algunos minutos de metraje.
Pero para mí, es la historia más completa y original hasta la fecha sobre el personaje de Carlo Collodi. Un verdadero prodigio de la animación.