Lo que empieza como un tranquilo retrato más o menos rutinario y convencional (aunque con tono irónico y tragicómico) de una auxiliar de enfermería deprimida, deriva, tras un incidente concreto -el descubrimiento de que la intimidad de su hogar ha sido violada por ladrones, que han sustraído joyas y su ordenador-, en una vorágine de situaciones tan surrealistas como divertidas, tan adrenalíticas como frikis y sorprendentes.

Con la inesperada ayuda de un vecino no menos desencajado socialmente que ella, decidirá que el conformismo ante las vicisitudes negativas que le da su vida se ha acabado, y que es el momento de reaccionar. El vecino en cuestión es Elijah Wood, uno de esos actores (como DiCaprio en su momento, o recientemente Daniel Radcliffe, huyendo a la deseperada de Harry Potter) empeñados en dejar atrás una primeriza y repentina fama como ídolos juveniles y actores de cine populachero y/o ultracomercial, y que intentan demostrar que quizá llegaran al cine por casualidad, y por resultarles tan monos a algunos directores de cásting, pero que se quieren quedar, pasada la tierna y efímera infancia, demostrando que son capaces de hacer otras cosas, y cuanto más raras y anticonvencionales mejor.

No se puede decir que sea especialmente novedosa esta curiosa película de igualmente curioso y original título, y sorprende asimismo que el Jurado de un festival como Sundance, donde ganó, no encontrara propuestas más sustanciosas, serias y potentes, pero dejándose llevar por la odisea de sus dos protagonistas en su lucha con sus no menos peculiares antagonistas, se convierte en una experiencia divertida y disfrutable.