No era nada fácil para Rappeneau y su equipo repetir el éxito de su anterior y magnífica "Cyrano de Bergerac", una de las mejores películas europeas de la década de los 90, con un conseguidísimo diseño de produccion y un tono agradable y un encanto que enganchaba al espectador desde el primer instante, con encantadores dialogos en verso y carismáticos personajes. Con un estupendo Depardieu a la cabeza, que merecía sobradamente el Oscar que le negaron.

Por ello, este húsar en el tejado se esperaba con ganas, ya que era prácticamente el mismo equipo técnico y artístico -salvo los actores-, era también de época, y contaba con un presupuesto similar que aseguraba un importante despliegue para repetir exito. El problema es que, quizá de tanto querer repetir fórmula, la cosa se quedó bastante a medias.

No es que sea una mala pelicula, y cuenta una historia a priori prometedora ambientada en la Francia del siglo XIX, cuando se desató una devastadora epidemia de cólera que, ya en la ficción, reúne a un joven oficial italiano con una mujer de la nobleza que espera a que su marido regrese de la guerra. Pero el caso es que dista mucho de acercarse a la gran Cyrano, porque aunque desde el punto de vista de la calidad técnica (fotografía, ambientación, vestuario, sonido...) no se le pueda hacer ningún reproche y sean comparables, lo que fundamentalmente marca la diferencia es la forma en que está contada, que hace que no despierte ni mucho menos el mismo interés que la cautivadora historia del narigudo poeta que sufría amorosamente en silencio y cuyo equipaje era su orgullo.