Creía que, por el tema que trataba y estando dirigida por un director que tantas sorpresas me ha dado, se trataría de una de mis películas favoritas de Almodóvar, pero ha estado muy lejos de ser así. Teniendo un inicio y planteamiento que me ha encantado, La ley del deseo es una película que pierde su encanto con el transcurso del metraje, deshinchando tanto un guión a priori interesante para convertirlo en un romance clásico de tintes criminales, provocándome tremendo aburrimiento a partir del segundo acto y reduciendo mi interés personal por todos sus personajes hasta reducirlo al mínimo. La historia se centra en la fastuosa vida de Pablo Quintero (Eusebio Poncela), un director y guionista que triunfa con el cine pornográfico, enamorado de otro chico que no puede otorgarle lo que necesita, Juan Bermúdez (Micky Molina), y que, en medio del conflicto amoroso, hace aparición un tercer miembro que cierra el triángulo que satisface sus necesidades, pero al cual no ama, llamado Antonio Benítez (Antonio Banderas). A raíz de ello, se verá involucrado en una trama criminal siendo nuestro protagonista el principal sospechoso. He de decir que todo el elenco está espectacular, resaltando a Eusebio Poncela que se deja la piel en el papel, la gran Carmen Maura haciendo el papel de la hermana transexual de Pablo, Tina Quintero, y un Antonio Banderas que, por una vez, no me ha desagradado su interpretación. La única pega que saco a nivel interpretativo, una jovencísima Manuela Velasco, encarnando a la pequeña Ada, que no me ha gustado absolutamente nada. En esta cinta Almodóvar se pasa de rosca con un guión enbrutecido por las circunstancias que atosigan al protagonista, pasando del carácter sentimentalista barajando las emociones por las que cualquier hombre homosexual sufre a lo largo de su trayectoria amorosa al submundo de la delincuencia movida por los celos de una forma tan brusca y desconsiderada, maltratando tanto la construcción psicológica de sus personajes que hace que el espectador torne el interés en indiferencia. La subtrama creada en torno al personaje de Carmen Maura lo considero introducido de una manera totalmente anticlimática creando una nula química con la trama principal, y únicamente empleado por ese Almodóvar reivindicador que aquí no me cuela. A nivel técnico sigue manejando el estilo del director manchego, es decir, está impoluto, desde el montaje del eterno José Salcedo hasta la estética, tirando mucho esta vez de planos subjetivos para colocar al espectador en el mejunje de la acción, aunque, esta vez, siendo raro, tampoco me ha gustado nada la música empleada y el modo de emplearla, usando muchísimos temas del propio Almodóvar & McNamara como Satanasa S. A. a modo casi de promoción musical, y considero a Bernardo Bonezzi lo suficientemente elogiable para haber realizado un mucho mejor trabajo, más teniendo en cuenta el tema que trata la película, yendo esto por todos. Hay personajes que parecen metidos con calzador con el único objetivo de otorgar una colaboración en el film a los amigos de Almodóvar, como son Fernando Guillén Cuervo interpretando a un policía cuyo único objetivo es el espectador tenga ganas de incrustar la cabeza en la pantalla y Bibiana Fernández (muy guapa, por cierto) dando vida de forma catastrófica a la madre del personaje de Manuela Velasco, también llamada Ada. Era consciente de que no me iban a gustar todas sus películas pero, teniendo el tema que manejaba, creía que me llegaría mucho más que otras películas del manchego, no siendo así. Una lástima.