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España España · Cáceres
Voto de Tiggy:
7
Drama Basada en la extraordinaria trayectoria del padrino del soul, la película se adentra sin temor en la música, la vida y los estados de ánimo de James Brown, guiando al público en un viaje desde la dura infancia del cantante hasta que se convierte en una de las figuras más influyentes del siglo XX. (FILMAFFINITY)
5 de septiembre de 2020
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Si Frank Sinatra fue La Voz para la música, James Brown sería el ritmo para ella. Pero reducir al padrino del soul a dos palabras sería ridículo. Por eso el director, Tate Taylor, se toma su tiempo para abarcar la historia de Mr. Dynamite desde su paupérrima niñez a su meteórico ascenso a la fama mundial, mostrando uno de los episodios más importantes de la historia de la música. I Feel Good: La historia de James Brown no proporciona nada nuevo al género biográfico sobre grandes artistas, pero supone un ejercicio bastante interesante para comprender una época y sus circunstancias; la confrontación racial, las nociones de amistad y familia, la entrega absoluta y, sobretodo, la excéntrica personalidad que aun después de tantos años sigue siendo bailado y propagando su ritmo por todo el mundo.

Tate Taylor, oriundo de Misisipi, ubicación próxima a la Carolina del Sur del artista, centra sus argumentos en exponer el racismo social quizás desde una forma superficial, pero reconfortante y con un mensaje sólido. Por ello, la historia del señor Brown adquiere más sentido narrada desde el punto de vista de Taylor, sabiendo hacer que ese tema no acapare todas las líneas de esta serenata, pero dejándolo en el ambiente como incógnitas a las que, al despejarlas, retrata la compleja mentalidad del cantante y su afán ciego y obcecado de marcar el rumbo de la historia musical. Este aspecto del director se puede encontrar en más de sus obras, como la muy reivindicable El sótano de Ma (2019) y Criadas y señoras (2011), con sus incondicionales Octavia Spencer y Viola Davis en la ecuación.

La melodía de la innovación, de la creatividad, que entona Taylor a través de los labios de Chadwick Boseman, que en paz descanse, tiene su origen en una narración a la que estos biopics próximos al documental no están acostumbrados. El director, valiéndose de un montaje exhaustivo, crea una narración discontinua a gusto de las circunstancias, reestructurando a medida la línea argumental conforme la evolución del señor Brown para que nosotros, como espectadores, conozcamos los momentos críticos para la formación de su personalidad en el momento adecuado, manteniendo esa curiosidad por la poca convencionalidad de su carácter. Esto necesita mantener un ritmo constante y Taylor lo consigue valiéndose de los muy vistosos números musicales de la película, un tono cómico que a veces funciona, otras engorra, y la necesidad de tener algo que contar, como es el trasfondo social y musical de la Norteamérica de la década de los cincuenta en adelanta. Ello, más el procedimiento de romper la pared, consiguen tiznar de algo de novedad, que no es poco.

Sin duda, lo que más fuerza posee es la excelentísima interpretación de Boseman, actor idóneo para impresionar al mundo por las dotes actorales que se deben poseer para encarnar no solo a una eminencia conocida, sino para controlar la gran cantidad de registros que pide la psicología de James Brown y el gran espectáculo que salmodiaba aquel niño que se enamoró de la efusividad del góspel. El resto del elenco está impresionante, desde secundarios como Octavia Spencer (Tía Honey) o Lennie James (Joe James), el que ya fue Morgan Jones en The Walking Dead (2010), dando una teatralidad dramática imponentes para hacer del padre del señor Brown. Sin embargo, me chirría la elección de Nelsan Ellis para hacer del incondicional del Soul Brother Number One Bobby Bird, el cual me saca de forma asidua del relato con una interpretación tan anodina.

Taylor sabe sacudir nuestro cuerpo insuflándonos el espíritu del soul a pie de escenario, donde Boseman sabe cómo traducírnoslo con alma y es elevada por el magnífico trabajo detrás de la música y de los temas del cantante, algo que no podría haber sido distinto por la participación de Su majestad, Mick Jagger, tras la producción y producción musical. Sin ser de lo mejor del género, Taylor impresiona enseñándonos el trabajo de una vida musical, del hombre más trabajador del mundo del espectáculo, de James Brown, pudiendo sentirla incluso por aquellos que, como yo, no nos entusiasma en demasía el hombre que agitó la música para siempre.
Tiggy
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