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España España · Cáceres
Voto de Tiggy:
8
Bélico Exitosa película de la productora Republic Pictures que relata la heroica conquista de una isla del océano Pacífico por parte de las tropas americanas durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). (FILMAFFINITY)
13 de septiembre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las películas que ha obsesionado a Clint Eastwood y a la que dedicó su propio dúo de adaptaciones (Banderas de nuestros padres y Cartas desde Iwo Jima, 2006), también referenciada en su última película Richard Jewell (2019) y protagonizada, como no podía ser de otra forma, por el eterno John Wayne. Basándose en la Operación Detachment, Allan Dwan pone las bases del bélico que más tarde seguirían de nuevo Clint Eastwood con El sargento de hierro (1986) o Stanley Kubrick con La chaqueta metálica (1987). El argumento, de carácter histórico, se basa en un heroico pelotón de reclutas enviados al Océano Pacífico para batallar a los japoneses, liderado por un curtido veterano encargado de sacar lo mejor de sus hombres, el Sgt. John M. Stryker (John Wayne). Una oda patriótica que se adelantó a mostrar la crudeza de la guerra ajustada a la edulcoración de Hollywood, pero igualmente impactante por el realismo dramático que busca Dwan.

Joseph Aloysius Dwan, más conocido como Allan Dwan, tuvo una enorme trayectoria con gran repercusión en la industria gracias a los concurridos descubrimientos de aclamadas actrices desde sus inicios en el cine mudo. El estilo de este cineasta, el dinosaurio injustamente olvidado por profesionales y público, supo adaptarse a la transición al cine sonoro manteniendo la esencia arcaica narradora de historias del mudo, donde el espacio fílmico envuelve a su héroe, en este caso, la guerra envuelve al Sgt. Stryker, un hombre que añora y busca la armonía sin éxito. Este pionero del cine adquirió su volátil renombre gracias a la comedia y el wéstern, pero tampoco se quedó atrás en la acción que, con Arenas sangrientas, se da la mano con el bélico representando vertiginosas secuencias de guerra tan audaces como escalofriantes.

Nominada por la Academia a cuatro estatuillas, Dwan consigue diferenciar en dos grandes arcos (que repetiría Kubrick, a su manera, con La chaqueta metálica) separados por dos incidentes bélicos marcados que dan pie a una pasional evolución de sus secundarios en contraposición del protagonista, el cual ha abandonado toda esperanza por las cicatrices emocionales que le regaló este episodio de la Segunda Guerra Mundial que dio a EE.UU. uno de sus mayores orgullos: la famosa fotografía de la izada de la bandera la mañana del 23 de febrero de 1945 que tan bien retrataría Clint Eastwood 61 años después. Dwan emplea el clásico recurso melodramático que, aunque no consiga un fuerte impacto, es esencial para comprender los móviles de los dos personajes que ponen cara a Iwo Jima: el Sgt. Stryker y el Pfc. Conway (John Agar), rivalizados por convicciones y por un exsoldado conocido para ambos. El argumento rehúsa nomenclaturas técnicas o dobles tramas (presentes en el hecho real) para retratar la guerra de una forma fácil de seguir, funcional y simple donde la importancia recae en el momento de la crueldad, de la guerra, de la pérdida de la inocencia y humanidad por parte de unos hombres entregados a La Muerte para conseguir un pedazo de tierra inservible para la vida, pero útil para la estrategia de seguir con el conflicto.

El retrato del director canadiense sobre los participantes, sobre ‘los buenos’, es planteado para conmover al espectador desde el primer momento a través de la dureza paternalista que destila el personaje del Duque con sus reclutas, específicamente con el Pfc. Conway. Como ingeniero de iluminación que fue el director en sus inicios, sabe dotar a su película de un contraste de luces perfecto cuando se trata de vistas generales (que casi parecen sacadas directamente de archivo) y embaucador cuando nos acercamos a los personajes con primeros planos, pudiendo ver sus sombrías expresiones en un suceso traumático para todo hombre. El lenguaje cinematográfico es muy básico, acoplándose a la perfección al estilo narrativo y a la simpleza con la que Dwan nos cuenta la historia, como si fuera un abuelo. Se vale durante toda la película de sutiles contrapicados a la hora de acercarse al personaje de Wayne, combinándolos al contraplano con picados hacia los reclutas, mostrando esa jerarquía interna del código militar y que, poco a poco, va igualándose hacia frontales situando a todos en la misma posición, como hombres y soldados, en la guerra.

La prodigiosa fotografía en blanco y negro de Reggie Lanning, aterradora y exhalante de peligro, se complementa con la armoniosa banda sonora del veterano Victor Young que busca la épica en los momentos de tensión y la emoción del heroísmo, trabajo un poco desperdiciado por la edición de sonido. Si hay una interpretación que tengo que destacar es, obviamente, la de John Wayne dando lo mejor de sí mismo en un papel que le viene como anillo al dedo, actor que ya venía del bélico y que estaba preparado para deslumbrar al mundo entero con sus wésterns posteriores. El resto del elenco está muy bien, aunque sin ninguna hazaña memorable. Personalmente me ha encantado como Dwan, en un momento inesperado, nos acerca al mundo fuera de la guerra con el personaje de Mary (Julie Bishop), así como a la historia del frío Sgt. Stryker, para mostrar que el sufrimiento no es exclusivo de los combatientes en un episodio ajeno a toda la parafernalia bélica.

Sin duda, una de las más completas cintas bélicas de la edad de oro de Hollywood que tuvo, como es lógico y más aún estrenada tan solo cuatro años después del suceso que atañe, un éxito inconmensurable que demostró tanto a crítica como a público que Allan Dwan podía desapegarse de la comedia que lo catapultó para ofrecer una desoladora visión de la realidad.
Tiggy
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