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España España · Cáceres
Voto de Tiggy:
3
Musical Biografía del músico y leyenda del country Hank Williams (1923-1953), desde sus orígenes humildes hasta su ascenso al estrellato, algo que le repercutiría de forma directa en su salud y vida personal. (FILMAFFINITY)
27 de julio de 2020
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La prematura muerte del legendario artista country Hank Williams fue una gran pérdida para el mundo de la música… pero ver esta película es una gran pérdida de tiempo que está muy lejos de honrarlo como lo que un día fue. Hank Williams, una voz a la deriva narra la vida del letrista y músico fundamentándose en la biografía escrita por Colin Escott, donde el alcoholismo y las mujeres demolieron lo que auguraba ser una trayectoria llena de éxito. A pesar de todo, consiguió ser un referente para la música folk y rústica de Estados Unidos.

El director Marc Abraham destroza una película que podría haber resultado mucho más interesante apelando al corazón americano con una figura de tanto renombre como fue Hank Williams, pero en su lugar carga un melodrama confuso e incompleto que no le permite profundizar en los aspectos más relevantes de la atormentada personalidad del artista. El director de Flash of Genius (2008) se regocija en una dirección y guion vergonzosos, ni si quiera sabiendo guiar a sus actores para que ofrezcan el registro necesario para el drama que pretende insuflar artificialmente.

El género biográfico y de música al que debería pertenecer por lógica se colapsa por la impetuosa necesidad de Abraham de centrarse en el drama romántico que mantiene el protagonista con las diferentes mujeres, sin ahondar en su oficio como renombrado músico ni en las adicciones y hábitos que llevaron su sombrero a la tumba. La música es aprisionada entre hueco y hueco de las irreverentes tragedias familiares, limitándose a ser usado como excusa para que camine a paso cojo las conquistas amorosas de Williams, para que declinen en tragedia por su entrega al trabajo. No posee el alma necesaria en ningún momento para transmitir el tormento solitario del cantante, sin provocar emoción alguna ni en sus triunfos ni en sus tropiezos por una carencia bochornosa de sentimientos que se antojen veraces con el contexto.

El alcoholismo que mantenía Hank Williams no es representado apenas, refiriéndose a él exclusivamente en los diálogos sin dar jamás la sensación de padecerlo, creando muchas incongruencias narrativas tanto con el personaje como con los tiempos que emplea, saltando apresuradamente cuando no interesa seguir con una secuencia a la que el novicio montaje termina por destrozar, provocando confusión en los hechos y en el espectador que, si no conoce un mínimo la historia del cantante, va a entender poco. Esto también radica en un metraje largo (123 minutos) con un ritmo lento y un argumento verdaderamente soporífero que solo consigue entretener con las escasas actuaciones de Williams. El director apunta únicamente en una dirección, la del drama romántico, del que nunca se esclarece ninguna causalidad gráfica del muchas veces ilógico proceder de los personajes, especialmente el de su primera mujer Audrey Mae Williams (Elizabeth Olsen). Por ello, tampoco consigue retratar una legítima relación conyugal y tortuosa entre sus personajes, aun destinando todos los elementales recursos narrativos a ese cometido. Los temas como la fama, la caída, la industria musical, el espectáculo e incluso la música, a pesar de ser algo obligatorio para enseñar de manera biográfica la vida de un artista del calibre de Hank Williams, se ignora hasta el punto de parecer un culebrón más que el género al que realmente pertenece… o pretende pertenecer.

El guion posee una estructura infame que abre directamente con la boda de Hank Williams y Audrey Mae Williams, sin colocarnos y sin saber ningún tipo de antecedente, y rodando a partir de ahí en torno a esa relación, no respetando un transcurso del tiempo razonable para el que tiene que recurrir a escenas incrustadas que simulan una entrevista al mánager (por supuesto en blanco y negro) para situarnos en un contexto, así como subtítulos que especifiquen las localizaciones ya que, mediante los diálogos, es casi imposible desentrañarlas. La nula evolución de los personajes ayuda aún más si cabe a que no tengan ninguna conexión emocional con el espectador, creando un relato monocromático que aburre por la pobre concepción de Abraham para recrear la toxicidad de una relación, transmitir los sentimientos de sus personajes o crear tensión, o curiosidad, en cómo se van a desarrollar los acontecimientos. Todo ello, además, está escondido bajos numerosas cortezas de subtramas cuya única función es cumplimentar formalmente los agujeros en los que Hank Williams y Audrey Mae Williams no comparten espacio, engordando el metraje con líneas que, si a principal repercute poco en el espectador, estas ya están totalmente fuera de lugar. Ni si quiera se hace hincapié en la consagración al Olimpo de los artistas country que experimenta Williams con el Grand Ole Opry. Un desastre mayúsculo.

La música escogida por Aaron Zigman al menos acierta, también gracias a una buena interpretación de Tom Hiddleston, el cual consigue hacer algo bajo tanta incompetencia en los demás aspectos representando él mismo la voz de la leyenda de Alabama. A pesar de ello no consigue elevar el producto hasta unas cotas suficientes para su visionado, siendo las demás interpretaciones mediocres, especialmente la de Elizabeth Olsen cuyo rábico y repugnante personaje tampoco ayuda. Esto se traduce, unido a lo demás, en la olla de grillos que fabrica Abraham y en la que se pierde todo lo que tenía que decir.

No sé cómo Hank Williams Jr. O Hank Williams III, su hijo y nieto respectivamente, han cedido para que algo como esto vea la luz. Que desastre.
Tiggy
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