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España España · Cáceres
Voto de Tiggy:
4
Thriller. Intriga Dos agentes del FBI solicitan la ayuda de un médico clarividente para que sus habilidades extrasensoriales ayuden a dar caza a un asesino en serie. (FILMAFFINITY)
17 de julio de 2020
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre es agradable ver a Sir Anthony Hopkins en pantalla, más saliéndose un poco del registro habitual, y más si cabe si es apoyado por actores de la talla de Colin Farrell o Jeffrey Dean Morgan. Premonición es un thriller de sobremesa que funciona a ratos, donde el punto más interesante es la parapsicología y la capacidad psíquica o percepción extrasensorial, hilado con un debate sobre la vida y la muerte que se antoja interesante. Una serie de extraños homicidios en los que los agentes encargados, Joe Merriweather (Jeffrey Dean Morgan) y Katherine Cowles (Abbie Cornish) no encuentran evidencias o similitudes, teniendo que recurrir a un médium retirado tras la muerte de su hija, John Clancy (Sir Anthony Hopkins). Con su ayuda para vislumbrar el pasado y el futuro tratarán de dar con el asesino.

Afonso Poyart dirige este proyecto tras su debut con 2 conejos (2012), dejando el cine brasileño para optar por una distribución más internacional de la mano de los estudios estadounidenses. La congregación de caras conocidas no es una coincidencia, funcionando como reclamo para un policíaco que no sabe aprovechar sus recursos ni explotar a sus actores como se debiera. La ayuda de Sir Hopkins como productor ejecutivo, encargado de la composición de algunos temas y haciendo de protagonista no es suficiente para elevar esta cinta a algo duradero en la memoria del espectador.

Los géneros del thriller y policíaco en los que se asienta mantienen una buena marcha hasta cierto punto del trayecto, donde el guión se estrella estrepitosamente por no saber qué camino tomar, teniendo que parchearse con unos arreglos tan fantasiosos que rozan el ridículo utilizando los poderes extrasensoriales de los personajes que los poseen como cataplasma para las irregularidades narrativas. Hay veces que ni si quiera se sabe si son médiums o superhéroes.

Como he dicho, el tema que trata transmitir sobre la vida con sufrimiento o la muerte con dignidad de personas terminales, establecido sobre el amor piadoso al prójimo, es algo que invita a la reflexión sobre la legalización de la eutanasia, posicionándose claramente a favor a través de un antagonista que presenta unas nociones de humanidad cuerdas y sensatas, arrastrando mediante lúcidos diálogos al discernimiento ético de los otros personajes, y de nosotros. Cabe decir que, exceptuando cinco estados (California, Montana, Oregón, Vertmont y Washington), la eutanasia es ilegal en EE.UU.

Un guión que se pierde constantemente en las fantasías esotéricas de los personajes se hace tedioso por momentos, tratando de recular en balde excusándose en las visiones, perdiendo muchísima coherencia con el relato e incluso con los dos ejes principales de la película: John Clancy y Charles Ambrose (Colin Farrell). La puesta en escena de los personajes es atractiva, aún creando los tópicos de policías aplicados que necesitan la ayuda de un extravagante individuo, uno poniendo su confianza en él mientras que la otra no, no perdiendo tiempo en un trasfondo inútil. De manera muy forzada que se repetirá desde la introducción de Clancy hasta el desenlace, se hará excesivo hincapié en su trágico pasado, cosa que aunque sea relevante para tratar el tema, se hace pesado e insignificante respecto a las acciones o diálogos que están ocurriendo.

Otro de los grandes problemas de este filme es un montaje aleatorio y tramposo que desubica completamente al espectador y se salta el contexto de las acciones, algo que empeora aún más el guión, agigantando esa sensación de desconcierto por no saber por dónde tirar tanto de Poyart como de Sean Bailey y Ted Griffin. Esto también provoca una nula creación de atmósfera, elemento muy importante en un policíaco, tratando de corregirlo mediante una amalgama de imágenes visuales reiterativas que no compensan ni las carencias, ni algunos agujeros argumentales suscitados por la nula concepción de tiempo real que maneja el director. Por no hablar de las fantasmadas psíquicas, pero eso resulta hasta simpático.

Visualmente es bonita pero la dirección es muy inexperta, utilizando planos que muchas veces carecen de sentido o importancia en lo que respecta al desarrollo del argumento, como son los planos a vista de pájaro, innecesarios para la ubicación espacial del espectador, o algunos zoom in completamente azarosos. La incapacidad para sobrellevar planos en movimiento canta demasiado por los constantes cortes de montaje. El simbolismo de parvulario que usa (literalmente situando a Colin Farrell como si fuera Jesucristo en una escena, dando algo de vergüenza ajena) haría que Zack Snyder estuviera orgulloso.

Las interpretaciones estarían bien si fuera un elenco de actores más novato, pero tratándose de Sir Anthony Hopkins, Colin Farrell y Jeffrey Dean Morgan, podríamos decir que son mediocres al no ser aprovechadas en su totalidad. La oveja negra del reparto es Abbie Cornish, inverosímil y sobreactuada en todas las escenas, rompiendo la poca inmersión que podría conseguir Poyart al dar tanto protagonismo a una actriz que no se adapta ni a las escenas ni a sus compañeros.

La banda sonora de BT es demasiado rimbombante para el ritmo, la estética y los personajes, no casando con nada más que la pedantería luminosa que el director utiliza en las secuencias nocturnas.

Aún así, es una película amena que se puede poner después de comer sin problema y que, pese a todos los fallos, ofrece algo de entretenimiento. Además, siempre es un placer ver a Sir Anthony Hopkins en una película, sea la que sea. (4.5).
Tiggy
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