Haz click aquí para copiar la URL
España España · Cáceres
Voto de Tiggy:
7
Drama. Romance Dos historias de amor independientes que se desarrollan en el popular barrio turístico de Tsimhatsui, en Hong Kong. La primera describe el fugaz encuentro entre un joven policía en plena crisis amorosa y una misteriosa mujer fatal traficante de drogas. La segunda se centra en el singular romance entre un solitario y sencillo agente de policia y la joven camarera del pobre bar donde aquél suele comer. (FILMAFFINITY)
15 de junio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Wong Kar-wai enamoró a Quentin Tarantino y este, transmitiéndole esas mariposas a Miramax, enamoró al gran público con esta modesta producción hongkonesa de 1994 que retrata a través del amor y el tiempo el conflicto interno de la soledad en una bulliciosa y multicultural ciudad asiática. Siguiendo dos historias separadas anexadas a un restaurante de comida rápida, el director nos embarcará en un viaje emocional conducido por dos hombres cuyos amores han caducado como si fueran piña en conserva.

Tratándose de un drama romántico con muy pequeños acotamientos cómicos, Wong Kar-wai se balancea entre un estilo underground bañado por un aura de pesimismo en su primera historia, mientras que decide refrescarse en la segunda utilizando la optimista esperanza, aunque desoladora, que posteriormente influenciaría a películas como Lost in Translation (Sofia Coppola, 2003).

Los personajes que construye el director no son más que la reencarnación de un sentimiento común y la forma que tienen los mismos de lidiar con ellos, diseñando desde los cimientos de la película un viaje emocional donde el amor y los sueños convergen con el destino para terminar su trayecto en la melancolía. Desde un punto muy temprano nos enseñan los personajes como meras motas de polvo arrastradas por las ruidosas calles de un paraje deshumanizado por la globalización, almas solitarias que viven en sus propios sentimientos y que, por cuestiones del azaroso destino, tienden a tropezar en su huero merodeo.

El primer episodio es presentado con una técnica de grabación y montaje muy acelerados, con cortes súbitos y una estética oscura acrecentada con un filtro granulado que crea la ambientación perfecta para la puesta en escena de los personajes, de los sentimientos, en un marco de espacio cuasi ajeno a ellos y un tiempo distorsionado. Con técnicas referentes al cine negro agigantadas por, en primer lugar, la composición musical que persigue a los personajes en el transcurso de la primera parte, compuesta por Frankie Chan, Michael Galasso y Roel A. García, y, en segundo lugar, la femme fatale que nos encandila con su céfiro misterioso y carácter marcado tanto a nosotros como al agente He Zhiwu, interpretados por unos hipnóticos Brigitte Lin y Takeshi Kaneshiro respectivamente.

En el segundo episodio un Wong Kar-wai más templado cambia radicalmente de recursos para la filtración de las emociones, aunque permaneciendo el ineludible espacio fílmico que crea y juega el papel de un personaje más, sin el cual el correcto seguimiento de las tramas habrían sido imposibles. Contraponiendo el tono de una historia a otra, el mensaje que escribe es el mismo pero esta vez utilizando unas personalidades totalmente adversarias respecto a la primera narración, como es la de Faye, llena de despreocupación y vitalidad, y la del agente 663, marcado al igual que He Zhiwu por un desamor emprendiendo una aventura, desde prismas diferentes, de un amor imposible. Enfrentado los sonidos noir de la primera parte, la música en este caso está formada en su mayoría por California Dreamin' de The Mamas & The Papas, canción que potencia la personalidad de Faye e infesta la narración de cierta ilusión por los sueños con un liviana optimismo apagado. También debe ser la canción favorita de Wong Kar-wai.

El punto donde chocan y colapsan ambos capítulos es el servicio de comida rápida llamado Misnight Express, cuyo simbolismo no es otro que el destino, siendo regentado por un comprometido en la vida de nuestros protagonistas gerente (Chen Jinquan), que ayuda a elaborar una lectura lineal poniendo en común las partes más significantes de ambas historias vistas desde dos perspectivas: la búsqueda incansable del amor como alivio de la soledad, y la despreocupación por el amor como recuerdo doloroso. Algo interesante es el papel de los personajes principales femeninos y masculinos; las primeras, llenas de genio y figura, altamente carismáticas a sus maneras mientras que los segundos son reducidos a un dibujo desdibujado por la lluvia de sus lágrimas y por el dolor de la remembranza, cascarones vacíos arrastrados por la acción del espacio ajenos al tiempo. Muy simbólico de este aspecto es que estos tienden a ser nombrados mediante números, agente 223 y agente 663 respectivamente.

Christopher Boyle, director de fotografía auxiliado por Andrew Lau hacen unas labores descomunales para complementar el estilo del director jugando a su antojo con los tiempos fílmicos y reales basándose en la ambientación que consiguen para usar la condensación y distensión obviando la adecuación de los personajes en la narración, llevándolos hacia situaciones excepcionales donde ellos y sus sentimientos son lo único que de verdad importa, lo único que nos quiere hacer llegar, y lo que consigue con una poesía visual que pasa por encima, en ocasiones con mucha pedantería, los demás aspectos. Utilizando planos generales medios y planos de conjunto situando a los protagonistas en un punto de atención en plano, se vale del fondo para recrear el paso del tiempo, y como este acaba caducándolo todo, inclusive el amor, congelando, acelerando o lentificando el fondo respecto al tiempo real en el que bailan los desdichados sujetos protagonistas. Por ello, desconozco si por obligación o a expensas de eso, se recurre a una voz en off con las voces de los personajes para contarnos directamente a nosotros sus pensamientos y encasillarlos en la postura adecuada.

Las interpretaciones del elenco están bastante correctas, aunque sí es cierto que debido a un guión tan abstracto, en ocasiones dan cierta sensación de improvisación, particularmente Faye Wong (Faye).

Se hace una visualización amena a pesar de que el director se ofusca en repetir situaciones con diferentes matices para profundizar de manera algo pomposa en los padecimientos de nuestros sitiados personajes, en parte por una cantidad de metraje indicada y la bifurcación de una gran historia de soledad en dos ramas de diferentes colores.
Tiggy
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow