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España España · Cáceres
Voto de Tiggy:
7
Drama Inspirada en las historias reales de las bandas callejeras de Nueva Zelanda, "Savage" se centra en tres momentos clave de la vida de Danny, que se convertirá en uno de los miembros de estas bandas violentas. (FILMAFFINITY)
31 de enero de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Savage es más que una película de antisociales y pandilleros. Va más allá, hacia algo tan bonito que ni parches ni tatuajes pueden tapar para siempre. La búsqueda del amor, la amistad y el drama familiar es lo que hacen de esta producción neozelandesa toda una carta de amor a la figura materna, aquella que, cuando solo quedan cenizas, es la encargada de reavivar la llama de tu corazón. Desde la importancia de la madre, Sam Kelly forja la historia en un recorrido por las décadas de 1960, 1970 y 1980 en Nueva Zelanda, en tres momentos clave de la vida de Danny ‘Damage’, un hombre que fue arrancado de los brazos de su madre para ser enviado a un reformatorio. Con esto, Kelly explora el nacimiento de las bandas callejeras, su cómo y por qué, su razón de ser, usando a Danny como reflejo de las consecuencias de una sociedad que se retroalimenta por el bien de unos pocos, mientras otros, menos pudientes, se fortalecen en la marginación que les ha sido asignada.

Todo esto Kelly lo hace con una enorme sensibilidad, muy respaldado por su bestia interpretativa Jake Ryan a la cabeza, moviéndose siempre entre atmósferas intimistas que refuerzan el carácter de unidad que el director quiere darnos como rasgo ineludible para la evolución de su personaje, desde la unidad familiar en la que se nos sitúa en la década de los 60 hasta la asociación pandillera de los 80. En ambas, nuestro protagonista no parece formar parte enteramente, debido a que no es la unidad lo que busca para ser realmente feliz, pero sí lo que necesita para reemplazar la sociedad que prescindió de él siendo un niño. Aquí, la figura materna es doblada con el secundario Moses, interpretado fabulosamente por John Tui, en forma de una amistad que lo ata a una espiral de violencia de la que quiere salir pero, si lo hace, no le quedará nada. Kelly explota al máximo este conflicto moral, prácticamente, enfocando todo el argumento en el dilema de un hombre abandonado como un perro que encuentra, entre los fríos barrotes de la perrera, la calidez ausente de su madre.

No es algo en lo que no se haya divagado antes; desde Quadrophenia (Franc Roddam, 1979) hasta el popular éxito televisivo de Kurt Sutter, Hijos de la anarquía (2008), los directores encontraban en la pertenencia a una unidad una fuente incansable de disyuntivas siempre arraigadas a rasgos morales y sociológicos. Pero la grandeza de Savage reside en el compromiso de Sam Kelly con su mártir, con Damage, acompañándolo en su regreso a casa de una forma bellísima y muy humana, eludiendo, en parte, la grandilocuente acción a la que acostumbra el género para inclinarse por un drama más íntimo y personal. Obviando las interpretaciones de Ryan y Tui y la implacable química que mantienen, si algo me ha sorprendido es todo el elenco de niños. Olly Presling como un preadolescente Damage está muy cómodo bajo los focos, y eso repercute en su profesional trabajo sabiendo la mejor forma de cubrir de convicción la inseguridad que marcaría a su personaje a lo largo de los años, transmitiéndolo con la misma mirada asustada y limpia que mantendría Ryan. A pesar de que el guion presenta una estructura muy similar a la del ‘viaje del héroe’, Kelly pretende ahondar en subtramas. Y esto es algo que llega a ser molesto porque, aun entendiendo su finalidad, la de hacer ver al espectador el lado más humano de Damage para empatizar con él, esas subtramas tienden a quedar suspendidas en el aire para, cuando el director se acuerde, darles una resolución atropellada e inconsistentes.

Sam Kelly aprendió mucho en el rodaje de El señor de los anillos, especialmente de la preciosa fotografía que ofrece el paraíso neozelandés, y que James L. Brown no titubea para enseñarnos la tierra de ensueño en la que se mueven sus personajes. En sí, Savage no pasará a la gloria eterna, ya que los caminos que explora y que la diferencia de sus congéneres son extremadamente sinuosos y volátiles, pero es la mano del director y guionista, su candidez y transparencia, lo que la hace, para mí, muy diferente a las demás. Una película en la que su encanto se esconde en las formas de contarnos la vida, y de contarnos lo importante que son los amores de una madre o de un amigo, y lo perdido que está el hombre cuando estos se tuercen o se dejan por el camino.
Tiggy
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