Maravillosa película estadounidense que nos traen las virtuosas manos del guionista de Taxi Driver (entre muchas otras), Paul Schrader, el cual hace un delicioso guión rítmicamente muy lento pero sabiendo mantener las formas en todo momento haciendo una narración con carácter de thriller que va mucho más allá de lo que un espectador se podría esperar de una película protagonizada por el reverendo de una pequeña iglesia. Sin caer en el conflicto cliché que se suele manejar en las producciones protagonizadas por un personaje perteneciente a la Santa Sede, Schrader hace una construcción, un dibujo, una obra de arte llamada Reverendo Toller, interpretado por un enorme Ethan Hawke, que, tras una serie de encuentros con un joven activista cuyas preocupaciones son las desesperantes situaciones medioambientales por las que pasa la Tierra, su conciencia y compromiso social cambiará drásticamente siempre guiado por las generosas manos de Dios, y nunca abandonándolo ni experimentando crisis de fe, como acostumbra este tipo de temática. Con un mensaje ecologista tan poderoso como pesimista, aunque realista, Schrader aglomera todos los sentimientos en un Ethan Hawke que, probablemente, hace una de las mejores interpretaciones de su carrera recreando el agitamiento de alma que experimenta, pasando por un remolino de emociones golpeadas por el alcohol y el desolador y oscuro pasado que esconde bajo su sotana, la conciencia social a la que se arraiga y recrea una narración utilizando voz en off que tan bien acompañan los sentimientos con los que se va topando en su viaje espiritual, la inclusión de varios personajes secundarios que ayudan al espectador a leer mejor al protagonista, como son, principalmente, Mary (Amanda Seyfried) y, reafirmando su nueva postura ideológica, el Pastor Joel Jeffers (Cedric the Entertainer) y el empresario Edward Balq (Michael Gaston). La soledad siempre ha sido un punto muy relevante en los personajes creados por Schrader, desde Travis Bickle en Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976) hasta Jake LaMotta en Toro salvaje (Martin Scorsese, 1980), y no es el caso contrario aquí. Es una cinta especialmente bien dirigida y montada, cada plano tiene una fuerza arrolladora en la composición de la personalidad del Reverendo Toller, siendo también muy bonita visualmente que, en parte, es debido a una gama de colores frías que desprenden esa desesperanza que se cierne sobre el mundo, apoyándose en una fotografía increíble de Alexander Dynan que, en ocasiones, recuerdan al trabajo del mismísimo Roger Deakins en Fargo (Joel Coen, 1996). Una pieza de cine independiente muy actual que emplea la religión como denunciante del abuso que está sufriendo la mayor creación de Dios, nuestro planeta, y la autodestrucción a la que estamos abocados si nadie se involucra en un gran proyecto para frenar este despropósito. Schrader me ha encantado. '¿Crees que Dios quiere destruir su creación?'