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España España · Cáceres
Voto de Tiggy:
6
Terror. Acción. Western A principios de siglo, en México, un forajido a punto de ser ejecutado huye secuestrando a la hija del verdugo. (FILMAFFINITY)
28 de mayo de 2020
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En el mismo año que se estrenó Abierto hasta el amanecer 2: Texas Blood Money, Miramax selló su tercera entrega bajo una dirección de P. J. Pesce que nos traslada a los orígenes del universo vampírico creado por Quentin Tarantino y Robert Rodríguez, utilizando el salvaje oeste mexicano de principios del siglo XX como escenografía.

Basando en el wéstern, el director cuida con esmero todos los detalles que hacen mantener el subconsciente en el hostil e inclemente desierto, con todo lo que conlleva dicho género: diligencias, forajidos, páramos secos y pistoleros, todo al son de música folclórica mexicana y con la imprescindible inclusión de lo sobrenatural para que sea una entrega más de la franquicia aunque, con otro nombre alejado de la ya película de culto del 1996, habría tenido más reconocimiento convirtiéndose en película independiente serie B.

A raíz de un relato con un ritmo calmado en todo el primer arco, Pesce nos hace una presentación con líneas narrativas paralelas de sus personajes cuidando trasmitir el espíritu de los yermos sudamericanos, en ocasiones demasiado americanizados, cuidando la escenografía en la que se fundamenta a través de planos detalle de objetos característicos de esa etapa histórica, como horcas o revólveres, símbolos de lo salvaje, y una fotografía de Michael Bonvillain a veces artificial, pero las más natural. Desde esa presentación de personajes crueles, y pintorescos entre ellos, el guión de Álvaro Rodríguez hace el resto, estructurado de la misma forma que la primera entrega de la trilogía.

A través de sus personajes se hace una lectura rápida y, en ocasiones, tan verídica como en los tiempos actuales; por un lado, tenemos un gran protagonismo que desde un primer punto muestra su ateísmo y el misterio que lo envuelve, Ambrose Bierce (Michael Parks), la crueldad, falta de escrúpulos y salvajismo de la sociedad, representada mediante Johnny Madrid (Marco Leonardi) y su banda, una pareja de religiosos, John Newlie y Mary Newlie (Lennie Loftin y Rebecca Gayheart respectivamente), símbolos de las ataduras religiosas y liberación de las mismas y la pequeña aspirante a forajido Reece (Jordana Spiro), haciendo inciso en esas malas decisiones de los jóvenes por el único motivo de pertenecer a un grupo, y ser aceptados por ello. Tanto Danny Trejo como Greg Nicotero y sus manos para los efectos especiales y maquillaje repiten, haciendo triplete.

Las escenas de acción están perfectamente rodadas, dando un clímax lejos de ser tan impresionante como la cinta original, pero muy placentero, con sangre borbotando a litros, una gran cámara de personajes unidos y una destrucción inmisericorde del atrezo, con el respectivo problema familiar en su gran auge, donde se nos presenta hasta a la abuela.

Hilada bien como precuela de la original, y mostrando el origen del enigmático y memorable Satánico Pandemonium y de La Teta Enroscada (antaño llamada La Tetilla del Diablo), es una película que en todo momento funciona como wéstern, y utilizando el terror en segundo plano como detonante ofrece buenas coreografía estando presente ese humor gamberro tan característico de la saga y de Robert Rodríguez, coguionista.

Una película muy entretenida apaleada injustamente por la crítica, por la odiosa comparación con su primer capítulo y, en parte, por el ansia de explotación de sus productoras. (6.5).
Tiggy
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