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España España · Cáceres
Voto de Tiggy:
7
Aventuras. Thriller. Acción. Fantástico. Terror Una tripulación de seis integrantes quedan atrapados en una instalación submarina que se está inundando a gran velocidad como consecuencia de un sismo devastador. Su única oportunidad para sobrevivir es caminar a través del suelo marino hasta una lejana plataforma petrolífera abandonada. Además de los retos físicos que implica el viaje, descubren rápidamente que están siendo cazados por depredadores marinos míticos y monstruosos, ... [+]
31 de diciembre de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una gran película de supervivencia submarina que, por razones más que obvias, emplea las reglas del juego establecidas por los grandes clásicos del género para gestionar la angustiante tensión a la que nos somete. Underwater, inmerecidamente vapuleada por críticos y público general que ponen más atención a sus influencias que a la misma película, es una gran aventura que nos sumerge en el abismo, en la definición absoluta del miedo, de la mano de una tripulación de especialistas en distintas disciplinas que van demasiado lejos, desafiando al mismísimo mundo en pos de la codicia y la curiosidad humana. La gestión del miedo es perfecta por parte del director estadounidense William Eubank, el que, gracias a sus personajes, es capaz de dosificarla minuciosamente para una narración fluida que sabe reciclar sus ideas, preparando en conjunto de la gran protagonista, la femme fatale Kristen Stewart, una gran aventura a la altura de las expectativas.

Huelga decir la gran influencia de Alien, el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979) o Leviathan. El demonio del abismo (George P. Cosmatos, 1989), teniendo numerosas escenas tributo a los clásicos ochenteros. Pero no solo de influencias vive Underwater o la dirección de Eubank, como muchos tratan de desprestigiarla. Y es una verdadera lástima que no se sepa vislumbrar en la oscuridad de Eubank esa mella de luz que arroja al género estructurando la clásica simbiosis de ciencia-ficción y terror como una aventura que viaja al centro de la Tierra, que nos empuja a explorar 2000 leguas de viaje hacia lo desconocido de la mano de unos personajes lo suficientemente bien dibujados para resultar la compañía idónea.

El guion aplica con solvencia al espectador las normas, desde el inicio, para recorrer esta aventura. En primer lugar, y comenzando la acción rápida e inesperadamente como una inundación cruel, los cortos diálogos aclaran que ni necesitamos, ni hace falta una descripción individual de cada personaje, lo cual se agradece bastante. Los esquemáticos personajes, dicho en el buen sentido, desvelan su psicología en el transcurso de la acción, en mitad del límite, fundiéndose con la gestión que cada uno hace sobre la realidad y el miedo que los abraza. Esto ayuda sobremanera a una narración concisa y ligera, permitiéndonos una lectura rápida sobre sus personalidades y el papel que van a ocupar en una trama estructurada en torno a cada uno de ellos, sin fondos sensibleros que lastren el ritmo que es, al fin y al cabo, lo que todo espectador espera en este tipo de cintas. Nuestra protagonista, una suerte de teniente Ripley, coge el timón, ayudada por el capitán Lucien (Vincent Cassel), de este barco naufragado cuyos supervivientes se han ahogado en la incertidumbre y el miedo. El resto de componentes, meros elementos que ayudan a la dramatización, funcionan excepcionalmente por un rasgo generalmente inusual del que Eubank los dota: la solidaridad.

Y es que este género está plagado de clichés que, como si pareciera una norma ineludible, debe incluir uno o varios personajes cabrones para entorpecer el argumento. Pero, por una vez, Eubank cambia esto por un potente mensaje de cooperación en favor de la supervivencia y un desarrollo más lógico de la aventura. Es por esa razón que el estadounidense no necesita demasiados trasfondos para que creemos vínculos emocionales con sus personajes, sino que, gracias a unos atributos humanos casi extintos en el género, nosotros no solo somos capaces de sentir pena por todos ellos, sino que también compartimos sus miedos, sus preocupaciones, nos involucramos más con su cometido y el director, en consecuencia, recompensa con un pequeño respiro en los puntos de inflexión por la confianza que transpira en sus personajes. Paul Abel, encarnado por un gran T. J. Miller, es el que más sobresale en este aspecto por ser también el atenuante cómico, bastante carismático, que tiende a descongestionar la tensión acumulada en la atmósfera, compenetrándose a la perfección con la secundaria Emily Haversham (Jessica Henwick).

Por otra parte, tenemos la amenaza, el antagonista. En este caso, un conjunto de engendros del diablo que dan caza a nuestros desesperanzados tripulantes. Es fascinante la recreación que hace Eubank de la escenografía que, valiéndose de pequeños trucos de iluminación y montaje, nos intuye un enorme ecosistema donde no hay malos ni buenos, simplemente depredadores y presas. Y como, de forma brillante, es capaz de llevar al límite el sentimiento de vulnerabilidad en nosotros, al otro lado de la pantalla, ante la inmensidad de lo desconocido, obviamente con alegoría incluida a la autodestructiva ambición, curiosidad e incluso soberbia humana. Que el director represente estos engendros como figuras humanoides forma parte de un retorcido plan para insuflar más terror. El miedo hacia lo desconocido es constante en la psicología humana, por lo que, algo que parezca humano y no se comporte como tal automáticamente no lo entendemos y lo rechazamos, pero no por esa razón implica perversidad. Esta teoría es tomada de una obra capital del séptimo arte, La cosa (El enigma de otro mundo) (John Carpenter, 1982), revitalizando la automatonofobia y reforzando esa idea de ecosistema ultrajado, de naturaleza herida por la codicia que plantea Underwater.

Los monumentales efectos visuales engrandecen el inquietante diseño de las profundidades del mundo y sus moradores, aunque sí es cierto que se ven demasiado artificiales cuando requieren la escafandra, pareciendo en ocasiones un croma acoplado a una animación. Terminando, la película de William Eubank es un sí para todos los que, como yo, amamos este género, con todo lo necesario para que funcione más que convincente si te atreves a nadar con Norah Price hacia lo desconocido sin el salvavidas nostálgico que te hizo Scott hace cuarenta y un años.
Tiggy
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