Me ha encantado y sorprendido a partes iguales esta película de animación que para nada está orientada a un público infantil como cabría de esperar tanto de la distribuidora como de la productora, aunque caben muchas posibilidades de que un niño disfrute de esta película aunque, poniéndonos en situación, comienza con un armadillo atropellado, moribundo y partido por la mitad. Se nos pone en la piel de Rango, un camaleón propenso a la actuación que, tras un accidente, debe despedirse de su lujosa vida para embarcarse en una epopeya desértica la cual toma como prisma un pueblo llamado Dirt que, carente de agua para autobastecerse, vive sus últimos días a la espera de algo o alguien que les lleve tan necesario recurso. A nivel técnico esta película es una maravilla tanto en animación como en diseño, tanto superficial como psicológico de los personajes, así como el de los paisajes que lo gobiernan que, teniendo a un maestro como Roger Deakins entre bastidores, no es algo significativo. En tono general se trata como si literalmente tomaras a Clint Eastwood y Tim Burton con un pequeño condimento llamado John Ford, sumado al estilo propio de Gore Verbinski y la increíble interpretación de doblaje de su actor fetiche (y el de Tim Burton), Johnny Depp, e hicieran en conjunto una película de animación tan simpática, paródica y tributaria al cine wéstern con una soltura y, sobretodo, escogiendo la estructura perfecta del género, tanto dialéctica como rítmica, para que cale a un público abundante con la intención de difusión de un género tan bueno como olvidado. Me resulta muy curiosa la forma de intercalar un par de escenas calcadas de Piratas del Caribe: en el fin del mundo (2007), también del mismo director, que, a pesar de tratarse de dos films completamente distintos, y sin usarlas a modo de cameo intencionado, consigue cierta profundidad en la trama a la par que evoca sus anteriores trabajos con algo tan simple pero eficaz en el desarrollo de la trama. También debo resaltar el carácter de wéstern crepuscular que adquiere desde el último arco del planteamiento hasta el desenlace, usando una ideología progresista muy popular en el cine de género de mediados de los sesenta y principios de los setenta, al ser un género tan explotado que se apagaba por la redundancia y el agotamiento de los espectadores, como son por ejemplo Grupo salvaje (Sam Peckinpah, 1969) y, la obra por antonomasia, El hombre que mató a Liberty Valance (John Ford, 1962), la cual recuerda mediante un diálogo establecido por Rango (Johnny Depp) y Veneno Jack (Bill Nighy) al final de la película que se resume perfectamente con aquello frase dedicada a Tom Doniphon en El hombre que mató a Liberty Valance: "esto es el oeste señor, cuando la leyenda se convierte en hecho, se imprime la leyenda." La banda sonora es muy buena, a manos de Hans Zimmer, que adapta y recrea míticas canciones country añadiéndolas el estilo propio de una película de este calibre, como es, por ejemplo, el muy popular Ghost Riders In The Sky, cuya versión más extendida pertenece a la leyenda Johnny Cash. Así como esta última, Los Lobos, uno de los más reconocidos grupos mexicanos, ponen banda sonora a los créditos adaptando la canción de Luis Bacalov, Django, en el mismo tono que la música que acompaña toda la historia de manera sublime. En resumen, es una película que me ha gustado mucho aunque tenga un desenlace tan mal llevado, apresurando el buen ritmo que mantenía de manera innecesaria y otorgando muy poca credibilidad al dúo antagonista, el ya citado Veneno Jack y el Alcalde (Ned Beatty), que no ofrecen el momento propio de clímax que la situación requiere. Un muy buen acercamiento al wéstern para todos los públicos. (7.5).