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España España · Madrid
Voto de Melmoth:
3
Acción. Comedia. Thriller Ambientada en el futuro. Una empresa privada, propiedad de un expresidente norteamericano, se apodera del Turguistán, un país desértico de Oriente Medio. Inmediatamente después, estalla una rebelión para derrocar al gobierno. Un asesino profesional (Cusack) recibe el encargo de matar al ministro de la compañía CEO, pero todo cambiará cuando el despiadado asesino se enamore de una cantante pop local. (FILMAFFINITY)
16 de mayo de 2009
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ver a los dos hermanos Cusack haciendo el gamberro, pues no otra cosa me pareció esta a ratos entretenida sátira política (y, sobre todo, humana), es siempre de agradecer (recordemos que no es la primera vez que trabajan juntos -"El niño de Marte", creo que es lo más reciente, y cuando lo hacen, la cinta suele ganar enteros), aunque en esta ocasión el tiro haya salido por la culata o la pólvora se haya gastado en inútiles y rimbombantes salvas. Cuando se pretende conquistar un everest, y apenas se alcanza un aneto, a uno le queda un vago consuelo de tener la mitad del camino recorrido y la cumbre más cerca que antes, pero, a la larga, el consuelo deja de aliviar, que para eso es consuelo, y empieza a reconcomer y a molestar la idea de no haber alcanzado objetivo alguno y que, acaso, lo mejor sería concentrarse en la baja montaña.
Esta metáfora me sirve para describir la sensación que me dejó esta pretenciosa película de un Seftel a quien no reconozco, porque no tengo ni idea de lo que ha hecho antes. La sensación fue de vacío y extrañeza... a nadie le cuesta hacer una crítica más bien destructiva de la destructiva política americana de meterse en camisa de once varas, sean las varas islámicas, asíaticas o europeas, a veces con resultados satisfactorios, como en el caso del Viejo Continente, pero, en otras, últimamente, en demasiadas, dejan el país hecho añicos y a sus gentes con caras de gilipollas y con un odio insano por todo lo cristiano, blanco o caucásico. La cinta acusa, se burla, vuelve a acusar, mete acción como quien mete el calzador en una bota que no ajusta, vuelve a burlarse, y así hasta el final, con un Cusack contrito y ensimismado, procurando darle a las escenas toda la sangre teatral que lleva dentro (su hermana está desplazada, por no decir, descolocada, en el amplio sentido del término), Kingsley se afana pero no logra ni goza con su personaje. En fin, para hacer sátira hay que ser un sátiro, como Swift hiciera en "Los viajes de Gulliver", y no un cantamañanas con ínfulas de Moore, Wolfe o cualquier otro casaca roja de las revoluciones históricas venidas a menos.
Si la ven con ojos mediocres, les resultará incluso salvaje, pero si son un poco críticos, no dejarán pasar la oportunidad de destrozar este frágil intento de denuncia. VALE
Melmoth
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