Una de las mejores secuelas que existen en la historia del cine, en la historia del género y además, una de las mejores películas del género, probablemente entre las tres primeras. Más presupuesto, más acción, pero también una mejor historia. Spiderman es Nueva York y Peter Parker es la carga humana que sostiene el peso de lo imposible. La película se centra en una etapa más adulta de Peter Parker, víctima de la insostenibilidad económica, universitario y con la carga que supone ser Spiderman.

La similitud intelectual de Peter en el vilano realiza ese choque entre enemigos provistos de herramientas científicas con diferentes perspectivas morales, un acercamiento hacia las historias que escribiría Stan Lee junto a las etapas de Ditko y Romita Sr. Hay una encrucijada constante entre ser meramente humano o posicionarse como algo más, con la figura de Spiderman como una condición sin privilegio y rebosante de un sinfín de responsabilidades.

La esencialidad en Spiderman y el secreto de Peter Parker rompe su atadura y eclosiona en escenas totalmente apremiantes donde el acopio de cualquier fanático del trepamuros llevaría a Sam Raimi a un pedestal. Lo que desembocará en una decisión totalmente deudora del TASM #5O y un plot twist ingenioso y conmovedor que dirige la película a cotas de calidad al nivel de la mitología del personaje. Tal decisión temporal engrandecerá el significado del héroe, otorgando a la película una madurez soberbia y una exquisita superación del concepto ambivalente que define al personaje.

Además, Sam Raimi demuestra su formalización como referente en el género de terror al exaltar una monstruosidad poco aparente en la génesis del villano, rasgo que parece acercarse al cine de autor en el género superheroico. El maniqueísmo del filme irradia madurez y un desarrollo argumental como antes se había visto en el género, explotando una intensa acción y una dramaturgia constante.

Sensaciones muy directas con una banda sonora y un elenco actoral que se corresponde con las emociones de cualquier espectador. Bruce Campbell como cameo se convierte en un sello personal para la saga arácnida y para la imagen de Sam Raimi como director. Esta secuela es un regalo para el cine y para los superhéroes del cómic, una historia totalizadora y comprometida con los elementos más básicos y manifiestos de las grandes obras cinematográficas.

No sólo es apta para los amantes del trepamuros, sino para todo aquel que vea en las páginas de los superhéroes un símbolo realístico y fantástico de la interjección entre la vida y el heroísmo, entre el deber y el desear. Sería una grandísima suerte poder superar esta hazaña en el recorrido cinematográfico de esta franquicia.