La adaptación de Terence Young a la novela de Ian Fleming recoge toda la esencia pulp en la que se inscribe esta primera película de James Bond, con una presentación quizás perfecta bajo el carisma de un Sean Connery que resalta todos los atributos del héroe seductor, inteligente y arquetípicamente espía.

Parece haber un componente detectivesco en el primer tercio de la trama que se adjunta muy bien a reminiscentes títulos de la industria del cómic como "Crime Suspenstories" (EC Cómics), donde la novela negra se mezclaba con historias de acción y espionaje de corte pulp.

Escenas de acción arriesgadas y encuadres con inteligentes ángulos de perspectiva son añadidos que muestran una personalidad más allá de saber acometer una película comercial con intenciones de entretener a un público amplio. La contrapartida antagonista de James Bond es planteada siempre desde fuera, son las decorados, el discurso de los protagonistas y el desarrollo de los acontecimientos los que describan el que quizás sea el único hilo conductor de todo el argumento.

La puesta en escena en este sentido es carismática y muy caricaturesca, casi como salido de la misma novela pulp que escribió Ian Fleming, lo cual define una identidad en lo que a carácter y sustancia se refiere para esta primera entrega. Forma parte ya del séptimo arte como un ejercicio cinematográfico para comprometer al cine de espionaje y remarcar un estilo propio, ya que posee un universo extenso de historias y de diferentes acontecimientos vividos por el mítico James Bond.

La franquicia iría tiñéndose de diferentes formalizaciones a lo largo de los años y nutriéndose de cada nuevo contexto cinematográfico, cultural y social. Hasta el infinito y más allá.