Chris Brancano, Carlo Bernard, Doug Miro y Paul Eckstein son los artífices de esta serie producida por Netflix y con la acometida principal de relatar los acontecimientos acaecidos en torno a la problemática del Cártel de Colombia y los sucedáneos provenientes de la guerra contra el narcotráfico.

Fue recibida como un fenómeno de masas cuando la llegada de Wagner Moura en su interpretación de Pablo Escobar fuera uno de los puntos fuertes de la producción, pero, sin embargo, detrás de todo este apogeo había una serie con un estilo sobrio y cuidadoso que hablaba del narcotráfico a través de la bandera estadounidense, porque antes de ser una adaptación casi biográfica de la vida del narcotraficante más despiadado y reconocido del mundo, era un visionado sobre la perspectiva legal sobre el problema.

Su mezcla de elementos ficticios como la puesta en escena y la dramatización de hechos y aspectos de todo este material realista y archivístico reinterpretado para la pequeña pantalla fue una decisión que provocaba el ahondamiento en los hechos y en las vidas de sus personajes. Su guion se solventa en las decisiones por querer narrar diferentes puntos elementales en este transcurso delictivo de los grandes imperios de la droga en Medellín y Cali.

Curiosamente, en su intento por definir una valoración, “Narcos” (2015-2017) es un cruce entre el saber comportarse como un documental al mismo tiempo que se reformula constantemente como un buen biopic con una transformación y un camino consecuente con las tramas que ensalzan y desmitifican a unos caídos señores con delirios de grandeza, pero grandes en términos viles y amorales.

A lo largo de sus tres temporadas hasta el final el tono con el que se reinscribe en los finales y comienzos de temporadas elevan el carisma de este trabajo, incluso poseyendo estilo propio dentro de esos planos secuencia que acompañan la violencia y el salvajismo que trae consigo la inmunidad judicial y el poder extremo, los cuales encarnecen y también- en otra escala de planos o muestras cinematográficas de la perspectiva a construir en cada episodio- el auge y la caída, la dolorosa inscripción de un realismo mágico que mengua su carácter y su fortaleza con el paso de los años; la extralimitación o esa fina línea que separa el exotismo injusto con el que se ve la pobreza de los países latinoamericanos y la ambición por salir de esa extraña prisión, sin la garantía de pensar que las cosas deberían establecerse de una manera más correcta antes de empezar en la otra línea de tiro.