Coja usted una obra de Alexandre Breffort. Tamícela en los diálogos de I.A.L. Diamond. Añádale dos actores en su mejor momento, Shirley MacLaine y Jack Lemmon (una MacLaine esplendida que desborda la pantalla, y un Lemmon, gestual; y gesticulante). Súmele un elenco de buenos secundarios, destacando a Lou Jacobi. Póngale usted las aceras del París que nunca apareció en las postales. Use ingredientes naturales, recién adquiridos en el mercado del pescado, de la verdura, de la… carne. Échele dos cortas gotas de sexo pagado, un complejo de doble personalidad, e incluso un magnifico número musical. Trasládelo a un tiempo en que el mundo era optimista. Y todo mezclado, pero sin agitar, por la maestría de Billy Wilder sírvalo frío y acompañado de una copa de burbujeante champán francés. Y obtendrá la mejor comedia… ¿romántica?, sí por qué no; la mejor comedia romántica de todos los tiempos.

Y ríase con ganas. Y si después quiere; medite sobre la vida, lo injusto de este mundo, el amor…

“¡Ah; pero eso es otra historia!”