Otra deliciosa historia para los que nunca quisimos crecer del todo. No, no es cuento para niños, aunque tiene todo lo que a nosotros, los niños, nos gusta, Y nos gustan: los duelos a capa y espada, los príncipes malvados, los príncipes y las princesas deseadas, los sinvergüenzas encantadores, los ogros bondadosos, los magos despistados, los villanos inteligentes, los monstruos del pantano y los abuelos indulgentes que nos cuentan cuentos...

Cuando, Rob Reiner, consigue centrarse, siempre nos conmueve, y nos maravilla, con relatos que abrazan y desbordan la pantalla. Inundándola de sensualidad. Esto, es para mí, “La princesa prometida”. Más que una película; es una oleada de sensaciones, son pisadas en la arena que conducen hasta adonde habita la belleza...

..Si les parecí pedante, no lo siento. Alcancé esa edad en la que ya sólo me apetece decir lo que siento, lo que me dicte la emoción; sin inmutarme por el pudor ni el que dirán.

No es una película ochentera como repiten quienes, no sé por qué, desprecian tanto el cine de aquellos años sólo por serlo. Es más, no es una cinta que se enmarque en un determinado tiempo o estilo sino como una obra atemporal y eterna. Tal como sus estereotipados argumentos. Ésos, que por algo existen desde que el mundo es mundo. Ésos, que fueron transmitidos, oralmente, de generación en generación, a luz de las hogueras. Hasta que alguien concibió la palabra escrita... y nació la literatura. Hasta que alguien encerró la luz en una lámpara mágica... y nació el cine. Y seguirán existiendo cuando alguien descubra cualquier nueva técnica para narrar una historia. Y persistirán siempre. Mientras persista la humanidad, con sus defectos y virtudes, con sus obviedades y pasiones. Les apuesto lo que quieran a que dentro de doscientos años, esta obra de la invención humana, seguirá siendo recordada, como aún lo será “La Ilíada”.