Quién no recuerda la primera parte de la primera parte contratante o un camarote repleto de encantadora locura a puntito de reventar. Sí, es una de las más icónicas películas de los hermanos Marx de esas que dejaron frases para la posteridad y escenas con las que no se puede parar de reír. Ciertamente todas las cintas de los Marx están cortadas con el mismo patrón pero a la vez todas tienen algo propio y único; y el de ésta quizá sean dos; el diálogo para besugos más grande que en el cine jamás se haya filmado y el espacio jamás mejor aprovechado.

Es la película que quizá cierre la época más brillante en la trayectoria de los disparatados hermanos y puede que tras ella comenzasen un cierto declive; pero no con ella. Pues en ésta aún relumbran todas las buenas maneras de estos cómicos tan inconfundibles como geniales.

Así que pasen y vean, que al fondo hay sitio, entre la camarera y el plomero, entre el baúl y la puerta, entre la percha y el sombrero, y si se acuerdan me traen dos huevos duros... ¡MIC!, ¡MIC!; bueno tres.

Y como ésta es la tercera película de los Marx que comento, y posiblemente la última de la que lo haga, quiero mostrar mi apreciación personal sobre sus tres más destacados miembros: Naturalmente de niño mi preferido fue Harpo y lógicamente de adulto lo fue Groucho pero según pasan los años, no sé por qué, cada vez aprecio más a Chico; y su peculiar manera de apuntar con el dedo a las teclas del piano.