Hay quien sostiene que la ópera prima de todo artista es su obra más autobiográfica, o al menos, aquella que contiene más elementos personales y en la que se vuelca el “uno mismo”. Por otra parte, la corriente psicológica desmembrada del psicoanálisis, conocida como Teoría del Análisis Transaccional, afirma que los seres humanos sabemos, con absoluta precisión, el modo, el momento y el lugar, en el que se producirá nuestra muerte. Sólo que esa información, por ser demasiado perturbadora, queda relegada a la parte más profunda e inaccesible de nuestro cerebro, y muy raramente se le permite aflorar a un nivel consciente.

Accattone parece la obra perfecta para demostrar que ambas teorías tienen bastantes visos de verosimilitud. Por una parte, el ambiente que se recrea en el film ( miseria moral y física, sordidez y ruina) parecen ejercer en el director una morbosa fascinación, pues son ellas las auténticas protagonistas. ¿Quién es Accattone , en realidad?. Un chico de la calle , una rata de los suburbios más sucios y deprimentes de una Italia todavía lastrada por su pasado reciente. Nadie importante, ciertamente. Lo auténticamente sólido de este trabajo cinematográfico es lo que se intuye detrás: las imágenes, las conversaciones, los hechos relatados , y que no es otra cosa que la fatídica atracción ejercida por un determinado modo de vida, así como la pasmosa lucidez con la que es capaz de entrever su propio destino.