Hay artistas que saben impregnar su obra de una impronta que los caracteriza. Señas específicas, muchas veces sutiles, recorren sus trayectorias, dejando al público la sensación de participar de un proyecto original que lleva una firma. Autores con mucha personalidad, que renuncian a la tibieza de lo preconcebido, y desatan pasiones o animadversiones, pero casi nunca nos dejan indiferentes. Artistas con estilo propio.

Los hermanos Coen se encuentran entre esos privilegiados. Son creadores, y en Muerte entre las flores podemos apreciar esa huella que estará presente en buena parte de su filmografía. Este estilo es tan difícil de definir como fácil de reconocer por poco que nos acerquemos a sus películas: Está en el relato de los escabrosos "hechos reales" que suceden en un gélido pueblo estadounidense. Y en su particular descripción del crack del 29. Y también en la inmersión del proceso creativo del guionista... y en este grandioso homenaje al cine negro que es Muerte entre las Flores.

Un comienzo en el que se nos presentan a los que serán los principales personajes, y que precede a unos títulos de crédito preñados de belleza, nos adelanta que estamos ante una obra grande, que nos tendrá pegados a la pantalla durante todo el metraje. Nos acompañará una preciosa banda sonora. La propia complejidad del argumento, en la que por momentos nos perdemos, es en sí un homenaje al género, y nos recuerda a una de las obras cumbres como El sueño eterno.

Película excepcional de unos autores excepcionales, autores con estilo propio, los hermanos Coen.