Scorsese se atreve con La invención de Hugo a meterse en un terreno novedoso para él. La película no está mal, de hecho es de una brillante factura y de un visionado alegre y muy elaborado (así lo prueban los Óscars por imagen, sonido y efectos que ha recibido). Lo que pudo ser sin embargo, una película muy buena, queda en un segundo plano por la interpretación de ese niño que nadie sabe muy bien cómo, ha acabado rodando una película con el director de Infiltrados. Resulta difícil creer que alguien que ha trabajado con De Niro, Di Caprio, Pescy y demás genios del séptimo arte, haya contratado para un paso tan arriesgado como era hacer esta película, a semejante 'actor' al que ya me digno nombrar: el Mario Casas español. Podrá parecer desmesurada mi crítica, pero es de lejos lo peor de la película, bueno... verdaderamente hay algo peor: ella. Porque si el protagonista masculino es tremebundamente malo, la femenina, osea Chloe Moretz, es de lo más repelente que he visto en toda mi vida.

Desde luego que esta película será recordada por sus aspectos técnicos, a Dios debe dar gracias Martin Scorsese de ello y rezar para que no se hable mucho de sus actores, porque en esta película hasta (y perdonme la blasfemia) Sir Ben Kingsley no da la talla.