Si alguien pensó un modo perfecto de acabar una saga tan expectante como esta, está de enhorabuena. La última entrega del mago más famoso del mundo no defrauda, es más, aunque cueste decirlo, fascina. Después de siete taquillazos entretenidos pero muy lejanos a lo que se esperaba, Harry Potter cierra sus puertas al cine con una película buena, rozando lo muy bueno podríamos decir si me apuran. Con unos efectos verdaderamente increíbles, el joven mago y sus amigos concluyen con un notable un ciclo tremendamente ‘normalito’ en todo, excepto en el éxito económico que ha supuesto cada una de las cintas. Quitando algún matiz concreto como la actuación de unos adolescentes todavía faltos de tablas y algunos errores garrafales en el maquillaje (cuando vean la última escena me entenderán) la película alcanza todas las metas que se propone y pasa sin duda alguna a encabezar en cuanto a calidad las ocho películas que ya se han estrenado, cosa que, por otro lado, no era muy difícil. Más que recomendable para todos aquellos que han seguido la saga, la más cercana al libro, un final digno de la expectación que ha levantado.