Inspirada en un suceso real acaecido en Japón en 1936, una cortesana o geisha o prostituta, empleando términos de aquí, Sada Abe, le cortó los genitales a su amante, antes o después de asfixiarlo.
Después de la IIGM, salió en libertad y su exceso de celo y posesión creó dos obras aunque de ella no se sabe nada más.
Hay una fotografía sumamente interesante, cuando la detuvieron, publicada en un periódico, vestida de geisha y todos los policías y militares babeando y sonriendo a su alrededor.

Primero fue llevada al cine aquí, con una ambientación lujosa, toda se desarrolla en interiores, con un ritmo ramplón y cansino, sin dibujar a ambos personajes mínimamente y eso es la mayor deficiencia de una historia de amor.

Las luchas de poder en el amor y el sexo son planteadas con trazo grueso, igual que un año después haría Oshima en la famosa y bastante pobre, el imperio de los sentidos.

Oshima fue más explícito pero en forma, en contenido se queda en la superficie como en esta olvidada película.
Ambas parten de un hecho real que escandalizó a la mojigata sociedad nipona.

Aún así, hay aspectos del morbo y el deseo que en occidente son concebidos diferente, que hacen de estas dos obras algo interesante y aquí se nos escapan.

Visualmente ambas conciben una minuciosa puesta en escena con excesiva importancia a la forma y poca al contenido, es decir buscar el sensacionalismo de la historia en vez de indagar en el proceso.