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España España · Xanadú
Voto de Orson_:
8
Drama A finales del siglo XIX, la mansión Amberson es la más fastuosa de Indianápolis. Cuando su dueña, la bellísima Isabel, es humillada públicamente, aunque de forma involuntaria por su pretendiente Eugene Morgan, lo abandona y se casa con el torpe Wilbur Minafer. Su único hijo, el consentido George, crece lleno de arrogancia y prepotencia. Años más tarde, Eugene regresa a la ciudad con su hija Lucy, y George se enamora de ella. (FILMAFFINITY) [+]
3 de febrero de 2019
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Tremenda demostración de madurez en la dirección de Orson Welles en su segunda película, y el comienzo de la agonía que vivió con las productoras a lo largo de toda su vida, mediante la cual vio mutilado su talento de forma constante, y en este caso que nos ocupa, sin posibilidad de ser repuesto.

Nunca sabremos cuál habría sido el resultado final del film sin cortes y retoques, pero sí podemos comentar que lo que nos ha llegado, a pesar de las intromisiones, es glorioso.

Rodada de forma portentosa encadenando planos secuencias, con abundantes travellings cuando los personajes están en movimiento, o planos fijos cuando se encuentran estáticos en alguna estancia, luce su virtuosismo característico con la profundidad de campo y la riqueza en los encuadres que se han convertido en marca de la casa. Lejos del exhibicionismo arrollador de “Ciudadano Kane”, para ser su segundo trabajo en la dirección asombra por su aplomo y dedicación plena al servicio del argumento.

La narración de la historia de esta familia acomodada de alta sociedad que comenzará a resquebrajarse según los descendientes de cada generación vayan perdiendo los valores de sus predecesores, es de una modernidad asombrosa, de un poderío narrativo compacto y abrumador que mantiene el listón altísimo hasta pasados los 75 minutos de metraje, más o menos. En ese momento, todo se va a la mierda. Aparecen entonces elipsis que injustificablemente omiten detalles importantes en el devenir de los protagonistas, para acabar con una escena final infame, de cutre puesta en escena, y lo que es peor, tan traidora en el tono argumental con lo anteriormente visto, que ni insertada a martillazos podría hacerse pasar por original.

Pero hasta ese momento podemos disfrutar de una puesta en escena maravillosa que consigue su momento álgido en la escena del baile en la mansión de los Amberson, ideada como plano secuencia que ocupaba un rollo entero, la productora la manipuló con algunos cortes en el montaje definitivo. “Cortaron todo lo que no entendían”, diría el cineasta. Aun así sigue resultando una escena magistral, con un movimiento de cámara elegante que se desliza entre los personajes mientras se van cruzando las conversaciones en diálogos paralelos que se complementan entre sí.

La ausencia de Orson Welles entre los actores se compensa escuchando su voz como narrador, con esa modulación tan característica que había pulido con sus experiencias teatrales y radiofónicas. En esta ocasión se encargó en solitario de la escritura del guión, no dando pie en esta segunda obra a la controversia de carácter mítico que ha rodeado siempre la autoría del guion de “Ciudadano Kane” entre Herman Mankiewcz y él. Un guion, el de “The magnificent Ambersons”, que trasladaba a la pantalla una importante novela de principios de siglo ganadora del premio Pulitzer, y que trataba paralelamente el declive de la floreciente familia protagonista, a la par que se nos mostraba una historia de amor nunca cristalizado plenamente, y otra secundaria de amor reprimido. Ambas líneas argumentales acaban por dotar al conjunto de un clima pesimista que posiblemente pesó en su contra a la hora de los cambios determinados por la productora.

Al igual que en su ópera prima, en la historia estaba muy presente la representación de una época y su importancia histórica, no es casualidad que el declive de los Amberson vaya en paralelo a la llegada del progreso, ejemplarizado en la industria del automóvil que representa el personaje de Joseph Cotten. Como contrapunto, la negación de esta realidad y de sus posibilidades que mantiene de forma terca y soberbia George, el último descendiente de los adinerados Amberson, que criado con todo tipo de consentimientos e imposibilidad de valorar lo que cuesta conseguir las cosas, proclama repetidas veces durante su juventud su negación a ejercer una profesión, teniendo en mente vivir de las influencias de su familia en la alta sociedad.
Pocas veces hemos visto a Welles mostrar tanta compasión y cariño por los personajes de sus historias como aquí.

Sensacionales interpretaciones, muchos de ellos de la Mercury Theatre, destacando Tim Holt, Agnes Moorehead y Joseph Cotten, éste último en un personaje de hombre bienintencionado y honesto que repetiría en multitud de ocasiones en su carrera.

Welles no tenía intención de ver la versión comercializada, pero acabó sucumbiendo a la tentación en un cine de París. Según sus propias palabras, “durante los primeros cinco rollos, casi todo estaba como yo lo planifiqué. Pensé, no han hecho mucho estropicio, sólo algunos cortes. Pero entonces, se desató el infierno”. Nada menos que 45 minutos fueron eliminados, algunas escenas se mantuvieron con ligeros retoques en el montaje, y el final fue escrito y rodado de nuevo por Robert Wise, montador del film, cambios debidos supuestamente por las malas críticas de los pases previos al estreno.

Como se puede comentar en varias de las obras de Orson Welles, ya fuera por las interferencias de las productoras en algunas ocasiones o las precarias condiciones de rodaje de las que dispuso en otras, sus películas pueden estar sujetas a dos valoraciones, la que se saca viendo las películas tal y como nos han llegado hoy en día, y la de las posibilidades potenciales que tenían cuando se fraguaron en su mente e incluso fueron plasmadas en primera instancia.

Que “The magnificent Amberson” tenga la categoría de obra maestra a pesar de su manipulación cercenadora da una idea de la categoría de película que es, y del talento del hombre que la hizo.
Orson_
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