Historia visceral de venganza que no pretende segundas lecturas más allá de la búsqueda del entretenimiento por medio de la acción y la violencia, de aparente presupuesto ajustado que compensa con una narración directa y contundente. Peca de momentos de torpeza que son equilibrados con otros realmente conseguidos e imaginativos, lo que termina por resultar un producto irregular, aunque atractivo.

Si la balanza finalmente se decide por el lado positivo es por la presencia de Meiko Kaji en el rol protagonista de esta asesina sin escrúpulos, pertinaz, osada y la vez de apariencia dulce y bella, que encarna de manera sensacional.

Con algunos momentos gores, otros de gran carga dramática, y el uso de flasbacks de manera atinada, elude acertadamente caer en la tentación de cierta sensiblería al final, eso sería una traición al personaje de Yuki, a la cual le importa bien poco despertar en nosotros la compasión o el cariño. Nació para la venganza y fue entrenada como niña del infierno para llevar a cabo su letal misión, y aunque sus rasgos dulces y atractivos nos desconcierten, cuando la vemos ejecutar su venganza comprendemos el vacío que reina su corazón.

Pese a sus defectos, consigue despertar interés e incluso afecto por un personaje tan hostil, y aunque se le vaya la mano constantemente con la sangría, ese exceso en la puesta en escena es también una virtud que cuando da con la tecla adecuada genera momentos sublimes que resultan redentores.

Podría ser considerada ejemplo de una especie de "exploitation" a la japonesa surgido también en los años 70, y de la cual Tarantino se inspiró, sin ocultarlo, para su "Kill Bill".