La única gracia de esta película está mientras nos hacen creer que (por fin) el "malo" puede salirse con la suya burlándose de los "buenos" haciendo del crimen un juego (vid. la genial obra de Mankiewicz con Olivier y Caine, vid. el interrogatorio de Raskólnikov en "Crimen y Castigo" de Dostoievski). Pero no. Merced a uno de los más bobos "deus ex machina" que he visto últimamente, se da la vuelta a la tortilla en los diez minutos finales, convirtiendo esta cinta en una más de tantas de desarrollo lineal y consabida carga de moralina incluida: el malo siempre pierde.

Aunque ya me dirán qué es peor: condenar a un inocente o salvar a un culpable... Pues bien, un fiscal cuya lema es "yo nunca pierdo" y con un 97% de éxito en sus acusaciones, ¿a cuántos inocentes habrá llevado a la cárcel? Y la pregunta del millón: alguien que en conciencia lleva a su acusado a la cárcel a sabiendas de que es inocente, ¿no se merece la cárcel?

Película conformista y vulgar.