Reconozcámoslo, camaradas, somos Bambis, tenemos el lomo del Bambi y unos orejas inocentes. Somos ingenuos, taciturnos, y la elocuencia del aparato, del férreo aparato sistémico nos emboba, nos viste de indiferencia y condescendencia con sus acciones perniciosas. Era un tipo que veía Gran Hermano 14 y jugaba con su smartphone, hasta que el gobierno echó a su padre del supermercado, y a su madre le bajaron el salario. Disfrutaba de los idílicos escaparates del poder, de los obsequios insignes que el hercúleo dinosaurio capitalista le ofrecía, hasta que su pezuña impactó contra su rostro sin bigote.

El sistema agita su pezuña ponzoñera contra el pueblo blando Bambi, que compra pan bimbo. Estamos ante el imperativo categórico kantiano en su versión del capitalismo tardío. Y es que la fantasía que da lugar a bambi (no olvidemos la relación de Walt Disney con Kodak y de ésta con los nazis) es la ideología postmarxista que ya referenció Foucault, bebiendo de la moda postestructuralista en pleno momento previo a mayo del 68. Existe un pensador latino, muy poco conocido, cuyos seguidores llaman en clave "el Escopeta", que aboga por la mayoría de edad de una vez por todas de los bambis que descansamos en nuestros sofás tiernos acurrucados bajo nuestros ambiguos terrorismos intensos.



Desde el punto de vista del que ha escrito todo lo anterior, opino que el tema central del cortometraje es la falsedad de los gobernantes hacia las clases más bajas de la sociedad. America es la esencia de todo esto, está bastante influida por la religion de protestantes y algunos masones, el paso siguiente será una etapa de maldad y virginidad desenfrenada, dando paso a ver una mueca de Oliver. Oliver chico prodigio de alta cuna y bien metido en el mundo de los partidos de derechas.