Esta miniserie de 6 episodios partía con grandes expectativas: iba a ser el remake de la aclamadísima "The Prisoner" emitida en Gran Bretaña entre 1967 y 1968 y que rápidamente se convirtió en un icono de la TV de culto, algo así como un Twin Peaks de las series de espías.

El argumento era sencillo y sugerente: un espía dimite sin ofrecer una razón clara. Poco después, al llegar a su casa es drogado y secuestrado. Cuando despierta lo hace en un pueblo al que llaman simplemente "The Village", lleno de ex-espías que son aparcados allí para que no pongan en peligro al mundo con los secretos que han acumulado con los años. Para proteger sus identidades nadie tiene un verdadero nombre, todos se convierten en números que consienten en vivir en esa prisión de barrotes de oro. No ocurrirá eso a nuestro héroe, el número 6, que intentará escapar en cada episodio enfrentándose al malvado número 2, una suerte de alcalde que se empeña en saber por qué dimitió el protagonista.

El estilo de la serie original está emparentado directamente con "Los Vengadores" que en esos años comenzaba su etapa más surrealista y entre los episodios algunos aún envejecen sorprendentemente bien, cosa que no ocurrirá a este remake.

Sería injusto decir que no aporta nada a la idea original. El personaje de 2 sale reforzado (mucho) y al contrario que la serie original su resolución da respuestas a los interrogantes del lisérgico final que tantas preguntas había suscitado en 1968. Además, esta versión pretende ahondar en la dimensión trágica de los personajes, algo que la historia acepta muy bien ya que puede encontarse en el tono de la serie y, en extensión, de toda la ciencia ficción británica.

Pero -siempre lo hay- The Prisoner (2009) aburre. Caviezel desfila la misma cara durante todo el metraje, esté enamorado, frente a las puertas de la mismísima muerte o salga del cuarto de baño. El guión no acaba de estructurar bien las acciones y reacciones de sus personajes y uno no puede dejar de preguntarse de vez en cuando por qué hacen lo que hacen o dicen lo que dicen. El estilo en el que está grabada tampoco ayuda en absoluto. La atmósfera surrealista de la que es heredera simplemente desaparece para dejar paso a otro subproducto americano con exteriores caros y un montaje video-clip pretencioso y efectista.

Si bien es cierto que la serie original se alargó innecesariamente por su fulminante éxito, este remake no habría dado más que para un telefilm.

Parece que los guionistas de "Doce Monos" ya han escrito un borrador para una posible adaptación al cine (Síííííííííííííííí). Después de ver este remake sólo cabe desplazarse al lugar de culto más cercano y que le pida a su divinidad habitual que haga justicia con esta historia.

Lo mejor: su búsqueda de un sentido trágico e Ian McKellen.

Lo peor: que vende humo durante la mayor parte del metraje.