Dreyer muestra en Gertrud un amplio dominio de los recursos estéticos cinematográficos. En su última obra opta por reducir el campo de significación al máximo. El lema de la protagonista del film, amor omnia, denota una capacidad por huir de todo aquello que la aleja de lo esencial. Lo esencial, como en los aspectos formales de la película. Los escenarios son reflejos del alma de los personajes, pulcros, modestos, arrogantemente sencillos.

La belleza en Gertrud no conoce abundancia ni grandes riquezas, todo recae en lo abstracto del pensamiento. En este aspecto, se puede casi afirmar que Dreyer en Gertrud muestra un alto grado de dominio del lenguaje abstracto. No se trata de innovar en cuanto al montaje, ni de transformar el raccord en sintetismo. Se trata de reducir los objetos simbólicos que describen el desarrollo conceptual del film a una especie de teatralidad plástica y ambigua. Ejemplos como la Venus púdica que aparece en la escena en que se desarrolla la conversación con el amante consigue crear un juego simbólico espléndido. El gesto de la Venus muestra el paso anterior a la entrega en el amor, los sentimientos- en la pieza escultórica mostrados a través del cuerpo desnudo-quedan destapados, quedan a la vista. Ella procura taparse para ocultar su desnudez, su transparencia -seguimos encontrando un gran paralelismo con la temática de la entrega de amor total- sin éxito. Posteriormente veremos en otra escena una imagen pictórica parecida a la Venus, una vez ella se ha desecho de sus ropas y se ha entregado de manera total y absoluto pasa a ser devorada por los perros. Puro simbolismo abstracto, todo poesía.