¿Qué pensarías si vieras a una cincuentona intentando vender droga por las calles de Londres? No es el prototipo de traficante de drogas que todos tenemos en mente. Pero, ¿Y si ésta mujer hubiera heredado todas las deudas de su difunto marido y no le quedara más remedio que ejercer de camello para no perder su casa?

Ésta es la situación de Grace Trevethen, una mujer de clase acomodada y aficionada a la jardinería, que reside en un pequeño pueblecito de Inglaterra. Tan ensimismada dentro de su propio invernadero, que es ajena a los líos económicos de su marido, y cuando éste fallece, se encuentra una deuda del tamaño de una gran montaña de marihuana.

Mathew, jardinero y amigo de Grace, le pide que le ayude a cuidar a unas plantas muy especiales. Grace se da cuenta de lo que Mathew le está pidiendo, y deciden asociarse y crear un “jardín express” de marihuana. De ésta manera Grace podrá solventar sus deudas y Mathew aspirar a una vida mejor junto a su pareja.

Entre tanto, vemos aparecer a unos brillantes y muy necesarios personajes secundarios que ayudan a mostrar la moralidad ante las drogas (un médico que fuma marihuana sin parar, o un estrafalario camello al que le gusta jugar a la oca con su madre), todo mezclado con una mujer que sólo quiere sobrevivir, hacen que estemos todo el rato como si hubiéramos dado una calada a un “cigarrito” de la cosecha de Grace; con una sonrisa en la boca y expectantes ante la reacción de los vecinos del pueblo cuando descubran su negocio.

Quizá con un final poco esperado y algo flojo, fuera del nivel de la película, pero que nos ayuda a ver de cerca las relaciones existentes entre los miembros del pueblo, que llegan a estar incluso por encima de la ley, y sólo por volver a ver a esos personajes en acción, nos lo tragamos.