Ese brillo en sus ojos, muestran el verdadero alcance de las sensaciones que quiere imprimir Satoshi Kon en su película. La unión de técnica y belleza hacen de esta una película irrepetible y que llega siempre a emocionar.
Cada fotograma rebosa color, y cada paleta, desde la mas colorida hasta la más nívea, consigue añadirle una fuerza a cada escena y expresa e intensifica los sentimientos de la protagonista. Cada transición cuidada hasta el mas mínimo detalle es digna de estudio no sólo por su ligereza y facilidad, que hace parecer que ese tipo de cortes son sencillos, sino también porque consigue una suave fluidez en el caótico cambio de escenas y épocas. La música tan excéntrica como el inicio de la historia crea una rara mezcla, donde el oido no consigue ponerse de acuerdo con lo que ven los ojos, pero esta disonancia va desapareciendo según uno se sumerge en la bellísima historia que nos cuenta esta actriz.
Y este dominio del arte audiovisual quedaría en vano si no contara una historia que es pura belleza (como la flor de loto)