Película en la que Tom Cruise recorre cientos de kilómetros con su hija a cuestas mientras unas máquinas gigantes y alienígenas lo destruyen todo menos a Tom y a su hija, que consiguen siempre pasar entre los rayos destructores, mira tu que suerte.

Esta podría ser una sinópsis, más o menos y lo cierto es que aunque el film es ridículo en ese sentido no se puede negar que la peli está resuelta con oficio (tengo que reconocerlo aunque el director no sea muy de mi agrado). Y es que este guión en manos de un mediocre hubiera bajado el liston hasta el suelo, fijo.

Pero vamos que se salva, a parte de por este buen hacer de Spielberg, porque entretiene durante todo el metraje y también porque cuenta con buenos efectos especiales que le dan empaque a una producción de estas características.

Ahora bien, impresionante el coñazo de rollo paterno-filiar que se trae todo el film y que es como siempre en estos casos sonrojante, pero bueno había que esperar algo así en Spielberg, supongo. Lo único es que cuando las situaciones y la forma de actuar de los protagonistas se convierte en absurda y poco creible la cosa pierde muchos enteros.

Y para colmo previsible.