El bicho recuerda inevitablemente al de Brain Damage tanto por su forma como por sus motivaciones (aquel quería comer cerebros, éste es más de sangre). Además los dos tienen en común una sorprendente labia con la que dan la brasa continuamente al protagonista y con el que mantienen, en los dos casos, una relación de amor-odio que se basa en un continuo intercambio de favores, por decirlo de alguna manera.

En cualquier caso esta Baby Blood es más floja, aquí no está la mano extravagante de Henenlotter y eso se nota. Las actuaciones tampoco son muy allá, en especial la de las víctimas que le van saliendo al paso a la chica, igual que las situaciones, que muchas veces resultan tremendamente absurdas y no se acaba de entender porque los personajes actuan de esa manera. Todos tienen en general un comportamiento un poco extraño.

No es una gran película, para que engañarnos, aunque es entretenida y tiene algunos momentos buenos, como cuando a Emmanuelle Escourrou le da por pasearse en bolas, que es bastante a menudo (que listo el tal Robak), o algunas muertes (otras provocan risa más que otra cosa).

Lo dicho, sin ser gran cosa se deja ver.