Este es para mi, el gran logro de Marc Forster conseguir aunar dos estilos de cine que aparentemente parecen dispares. El primer éstilo, está en los efectos especiales, con una secuencia de acción ininterrumpida a lo largo de toda la película; y el segundo, cámara en mano, muy al estilo de Bourne, con escenas muy rápidas en el que apenas se tiene tiempo a visualizar la trama. La acción por acción pasa a convertirse en una acción psicológica. Aunque el argumento pueda parecer muy tópico, la lucha del bien contra el mal donde al final vence el bien; lo que más interesa es el personaje en si, y una palabra, un gesto es lo que te hace olvidar la película y mirar más a la misma persona. Yo diría que está película gustará a aquellos que consigan verlo con esta mirada más profunda y olvidarse de la lógica del argumento. En cambio, decepcionará a aquellos que quieran ver un Bond argumental (es decir un guión mucho más elaborado) muy en la línea de Casino Royale, esperando que está segunda entrega sea una continuación del anterior. En cierta manera también incomoda que los planos sean demasiado rápidos y parece que no se tiene tiempo para pensar. Pero, repito que al contrario de lo que pueda parecer se crea una atmósfera muy especial de un gran componente psicológico. Tal vez, se eche en falta un guión a la altura de Casino Royale. Enhorabuena por los directores independientes.