No venía dispuesto a escribir una crítica: pero ayer revisioné, a medias, esta obra que en su días me fascinó completamente; y al consultar la nota en filmaffinity y encontrarla tan discreta, al final me he visto inclinado a aportar mi perspectiva personal para homenajear este trabajo que en mi opinión bien lo merece.

La palabra es: emoción. Como digo, ayer la estaban poniendo en la tele, y comencé a verla mientras hacía otras cosas. Cada escena que contemplaba con detenimiento, me dejaba embobado y me enganchaba; cada vez que no la estaba mirando y sonaban los melancólicos acordes del tema principal, me veía obligado a prestar atención de nuevo. Las escenas que en su momento se me grabaron a fuego, volvieron a parecerme increíbles; y otras que ni siquiera recordaba, me sorprendieron. En resumen, sin entrar en las virtudes de los detalles técnicos (que la película exhibe para dar y vender, esto no creo que lo discuta nadie: fotografía, banda sonora, composición de planos, uso de la elipsis, incluso la utilización de la voz en off es acertadísima) no cabe duda de que es una película que sabe tanto plasmar como desencadenar emociones. A veces basta con contemplar los gestos del personaje interpretado por Casey Affleck para sumergirse en su psique, sufrir su vergüenza o su culpa. La belleza de los paisajes, cruda y realista, acrecenta el valor poético de la tragedia que enmarca. Tragedia servida a ratos con meticulosidad, a ratos con naturalidad, descarnada crudeza o entrañable ingenuidad. Como la vida misma.

Al final tengo la impresión de que estoy viendo una película donde se cuenta una trágica y ruin leyenda haciendo una amalgama de secuencias realistas que en su conjunto suponen un cuadro totalmente irreal, casi fantástico, una especie de realismo mágico especialmente auténtico. Todo esto es lo que me sugiere este largo cuento de hadas poblado de demonios reales, tan reales como que habitan dentro de nosotros mismos, y nos damos cuenta de esto cuando sufrimos tanto con Jesse James como con Robert Ford, como con sus allegados, como con sus verdugos. Todos estamos inmersos en la misma tragedia y todos somos igual de incapaces para salir de ella airosos, por mucho que lo pretendamos planificar.

En fin, toda esta emoción se destila en imágenes, música y palabras servidas con un envoltorio de lujo. Si esto no es cine de primera, no debo entender nada de cine. Pero desde luego, si el arte se supone que debe despertar nuestras emociones, no me cabe duda de que esto es puro arte.