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España España · Santa cruz de Tenerife
Voto de pakos:
9
Comedia. Drama Al finalizar su jornada laboral Paul Hackett (Griffin Dunne), un solitario programador de una compañía de informática, se ve envuelto en una serie de extrañas circunstancias que le llevan a uno de los peores barrios de Nueva York. Allí vivirá una interminable y alocada noche intentado regresar a su casa en el Upper East Side. (FILMAFFINITY)
6 de febrero de 2018
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Explosivo cóctel, curioso híbrido de cuento de horror y de comedia loca ,sátira corrosiva e irreverente, pesadilla kafkiana con un cierto aroma de film noir (asfalto húmedo, penumbra en interiores, fatalidad, atmósfera pesadillesca, mujeres liosas…), toda una empresa a priori arriesgada de la que sale airoso un inspirado Scorsese y que por diversas razones se ha convertido en una cinta de culto que no ha perdido un ápice de fascinación con los años transcurridos.
La premisa inicial, un descenso a los infiernos (los suburbios neoyorquinos) sufrido por un joven trabajador de una empresa informática muestra una fauna urbana variopinta con chicas alocadas y casquivanas, moteros gays, hercúleos porteros de discoteca, punkies, taxistas rumberos un tanto kamikazes,,, que difiere de la fauna más sórdida exhibida en Taxi driver (maleantes, putas, proxenetas, traficantes…), con un tono engañosamente desenfadado que no oculta la punzante y corrosiva sátira de una década, los 80, fértil en la crianza de curiosas especies como los punkies, las neohippies, estas, ni reivindicativas ni disidentes, ya no esgrimen los fetiches de Janis Joplin en sus camisetas sino que están pendientes de la conjunción de los astros (Rosanna Arquette le pregunta a Dunne por su horóscopo, para inferir así la velada que les espera) o adolecen de un alarmante complejo de inferioridad, como la chica de la furgoneta de los helados, o la incipiente movida gay, reflejada en unos moteros que se morrean impúdicamente en el bar y que poco tienen que ver ya con los que copulaban con sus chicas en Easy rider.
Bajo el falso empaque de comedia alocada, hay un sustrato de mala uva y mordacidad con clara intención satírica, por no hablar de todos los referentes, explícitos o sugeridos que aparecen , tales como el que la vincula a una joya del noir, Detour, en la que su atribulado personaje vivía una pesadilla similar, de infortunio en infortunio, como el Cándido de Voltaire. Otra alusión, más elocuente, que se erige como símbolo humorístico de la pesadilla vivida por Dunne es El grito de Munch, aquí en forma de estatua de escayola. La persecución final (casi linchamiento) es un homenaje a Cops, de Buster Keaton. Otra cita, a Henry Miller, del que una despampanante Rosanna Arquette dice de memoria el comienzo de su Trópico de cáncer ( libro que lee en el bar) a Dunne. Magnífica secuencia , por cierto, con un acercamiento tan natural y espontáneo de los dos, que me trae a la memoria inmediatamente la invitación a salir por parte de De Niro a Cybill Shepherd en Taxi driver, otro encuentro soñado ( y frustrado).
Algunos estilemas de Scorsese, como el de la camara giratoria en ligero picado sobre un personaje me han parecido a veces un dechado gratuito de estéril virtuosismo, pero no así en After hours, porque congenia oportunamente con el elemento claustrofóbico y enrarecido del film.
La ralentización en el vuelo del billete que pierde en el taxi y el consiguiente estupor mudo de decepción de Dunne es otra estupenda escena.
Divertidísima también la secuencia de la discoteca punky, donde Dunne sale parcialmente trasquilado, y delirante la confesión de Rosanna Arquette , cuando expone a Dunne los bizarros motivos que le llevaron a abandonar a su anterior pareja.
Huye también la cinta de cualquier veleidad romántica que pueda asomar en algún momento, como en el citado encuentro en el bar de Rosanna Arquette y Dunne, porque si bien al principio ella aparenta ser una chica culta y encantadora, luego se revelerá como una tonta casquivana que provocará el intento de huida frustrado de Dunne. La otra chica, la del camión de los helados es, si cabe, más patética aún en su comportamiento casi infantil y traumático, de enfermiza susceptibilidad.
Vamos, Scorsese no deja títere con cabeza, todos pasan bajo su implacable guillotina y de esta manera lo que en principio apuntaba como comedia desenfadada se transforma en una irreverente y corrosiva sátira de una década tan cercana a la actualidad, por su frivolidad, el culto exclusivo al cuerpo y la burda idolatría a las modas.
Muy buena la ambientación y recreación suburbana reflejada en la penumbra parecida a un burdel barato de la habitación de Rosanna Arquette, , en la discoteca punky, cutre y ruidosa a más no poder, en el bar, en las calles semidesiertas a horas intempestivas…, en el asfalto húmedo y la luz tenue del alumbrado…
Al fin y al cabo, tanta desdicha de un tipo que no solo no se come un rosco esa fatídica noche, sino que está a punto de ser trasquilado y linchado , regresar al trabajo cubierto de polvo de escayola debe ser un mal menor..irónico y acertadísimo cierre de una película genial.
pakos
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