"Habré estado cerca, pero nunca tuve lo que vosotros tuvísteis: siempre hubo algo que me detuvo", se contarían padre e hijo al final del verano de 1983 entre la poderosa luz lombarda. Hablaban de cómo se gastan los corazones, de que uno de desprende de todo lo posible para curarse más rápido del fracaso: "Ahora mismo hay dolor, sufrimiento, pero quédate con la alegría que sentiste". Invitado y anfitrión se habían dicho aquello de "llámame por tu nombre" y el fuego de leña acabaría por iluminar el rostro en gracia de Timothée Chalamet con una canción susurrada por Sufjan Stevens...