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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
8
Bélico El capitán Nolan, procedente de la India, se incorpora al regimiento de Lord Cardigan. Considerado un oficial de inferior categoría por sus compañeros, Nolan mantendrá continuos enfrentamientos con Lord Cardigan a causa de su despótica actitud. En la guerra de Crimea (1854-1856), en pleno asedio de Sebastopol, tendrá lugar una terrible batalla. (FILMAFFINITY)
25 de octubre de 2013
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los ingleses son unos expertos consumados en el arte de tornar derrotas bochornosas en gloriosos hechos de armas- Isandlwana, Dunkerque-. Arcanos de la comunicación de masas y una medida generosa de estulticia colectiva. El precedente de mayor relumbrón se sitúa, no cabe duda, en el desastroso papel que jugara en Balaclava, durante la Guerra de Crimea, la Brigada Ligera al mando del dandi Lord Cardigan- cuyo principal objetivo con la invención de la prenda del mismo nombre no fue otro que evitar despeinarse-. Loada por el vate Lord Alfred Tennyson en su celebérrimo poema- “… Into the valley of Death, / rode the six hundred”-, una decisión militar más que discutible, sumamente reprensible- una carga frontal de caballería contra toda la artillería enemiga-, pasó a los anales de la historia como uno de los más acabados ejemplos del arrojo y la superioridad moral de los hijos de la Gran Bretaña triunfante.
Afortunadamente, de un tiempo a esta parte ha venido apareciendo abundante literatura desmitificadora- “The Reason Why”, de la historiadora británica Cecil Blanche Woodham-Smith, en que se basa la película que nos ocupa; “The Homicidal Earl”, del historiador militar, y ahora también novelista (mediocre, todo sea dicho) británico Saul David; o la chocarrera, y sin embargo brillante, “Flashman y la carga de la Brigada Ligera”, de George McDonald Fraser. Incluso una obra contemporánea de los hechos, “Cartas de un oficial del estado mayor en Crimea”, escrita por el coronel J. Gough Calthorpe se alejaba ya de la versión oficial, apuntando cierto comportamiento poco valeroso de Lord Cardigan en el fragor de la batalla-.
“La última carga”- así traducido en España a fin de no confundirla con la romántica visión que, 32 años antes, Michael Curtiz diera de los mismos hechos en “La carga de la Brigada Ligera”- se inscribe de lleno en dicha tendencia escéptica. Rodada en plena efervescencia del 68, su pacifismo, antimilitarismo y descontento general son evidentes. Una amarga ironía, rayana en el sarcasmo, impregna cada una de sus hermosas estampas. Éstas se alternan con unas maravillosas animaciones a cargo de los Monthy Python, a medio camino entre la psicodelia y el realismo industrial. Sólo las que abren la película y sirven de fondo a los títulos de crédito ya dan una idea bastante ajustada del tono cáustico que predominará durante los 140 minutos siguientes. Si bien es cierto que Tony Richardson llega a resultar un tanto retórico, recreándose demasiado en la belleza y la potencia de sus imágenes, tanto reales como animadas.
En cualquier caso, nos hallamos ante una curiosidad cinematográfica- casi una joya, podría decirse, por su espléndida rareza-, excelentemente fotografiada, e interpretada por la aristocracia del cine británico- Trevor Howard, John Gielgud, Vanessa Redgrave-, que se empeña en desvelar la ciega estupidez de los héroes- ese capitán Nolan encarnado por un intenso David Hemings, cuyas inquietudes parecen circunscribirse a los caballos y a hacerse matar lo antes posible- y la incompetencia manifiesta de los mandos- la discusión final entre Lord Raglan, Lord Lucan, Lord Cardigan y el brigadier Airey por la responsabilidad en el desastre no tiene desperdicio-.
Lo que tampoco tiene desperdicio es ver a Trevor Howard tratando de encajarse en los ceñidos pantalones rojos del 11º de Húsares. “Forward the Light Brigade! / Charge for the guns´ he said…”
Carorpar
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