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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
7
Serie de TV. Drama Serie de TV (2007-2010). 4 temporadas. 38 capítulos. Drama ambientado en el reinado de Enrique VIII (1509-1547), que trata sobre los numerosos matrimonios del monarca inglés. Ansioso de poder y muy aficionado a las aventuras amorosas, el joven monarca gobernaba su reino igual que vivía su vida: sin piedad y sin control. Una historia sobre los más ocultos excesos del tirano, cuyo reinado estuvo marcado por la traición y las intrigas. (FILMAFFINITY) [+]
11 de diciembre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estupenda serie de TV coproducida por Irlanda, Canadá y Estados Unidos para Showtime y creada por Michael Hirst, también responsable de la salvaje “Vikings” (Vikingos, 2013).
Pese a su título, “The Tudors” se centra en la figura, tan controvertida como sugestiva, del rey Enrique VIII, cuyas ventoleras sacaron a Inglaterra del trastero de Europa y contribuyeron a sentar las bases del mundo moderno.
Cabría señalar que sus guapísimos protagonistas se parecen lo que un huevo a una castaña a la abigarrada galería de adefesios que retratara el maestro Holbein. Incluso Ana de Cleves, cuya fealdad ha pasado a los anales de la historia, se encarna aquí en las encantadoras facciones de Joss Stone —muy recomendables, por cierto, sus versiones en directo de Janis Joplin. Yo todavía estoy recuperando el aliento.
No obstante lo dicho y algún que otro patinazo, digamos, “cronológico” —esa Plaza de San Pedro según los planos de Bernini, posteriores apenas un siglito de nada—, “The Tudors” recrea con suma fidelidad la atmósfera del Renacimiento y la Reforma Protestante, época paradójica que albergara brutalidades dantescas —y brutalizaciones surtidas, cuyos detalles no se nos ahorran— en inaudita convivencia, a veces connivencia, con los refinamientos intelectuales y artísticos más exquisitos.
La primera temporada discurre con cierta morosidad, empantanada en el farragoso contencioso de nulidad matrimonial entre Enrique y la tozuda Catalina de Aragón. Hay una profusión tal de artículos de derecho canónico que para seguir bastantes capítulos se requiere ser poco menos que uno de los Padres de la Iglesia. Sin embargo, a partir de la segunda, y sobre todo de su catártico final, la serie cobra un ritmo que parece correr —galopar— paralelo al de los sucesivos casamientos del colérico e inconstante monarca. Esto es, frenético. O casi. Hasta la culminación magistral que constituye la cuarta y última temporada, lóbrega como las tinieblas en que se abisma la mente de ese rey avejentado, exhausto de matar (presuntos) conspiradores —entre los que, no es “spoiler” sino “vox populi”, se cuentan dos de sus seis esposas— y muy posiblemente sifilítico.
Mención especial, para terminar, a un Jonathan Rhys Meyers soberbio, tan cómodo en sus calzas y jarretera que cuesta imaginarlo en un rol diferente. Aunque basta recordarlo en “Match Point” (ídem, 2005), a mi juicio la última obra maestra (hasta la fecha) de Woody Allen, para confirmar que estamos ante un actor especialmente dotado para papeles de tan turbio jaez.
Carorpar
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