Brillantísima opera prima de Kevin Smith, quien saca extraordinario partido a un presupuesto tan escueto como desacostumbrado- según reza la leyenda, los escasos 27.000 dólares que costó la cinta salieron del seguro de su coche tras sufrir un accidente.
No resulta arriesgado ver en "Clerks" el retrato desenfadado de la llamada Generación X, una especie de reverso gamberro y soez de la mucho más comercial- y un tanto cursi- "Solteros", de Cameron Crowe.
Smith demuestra gran talento narrativo- pese a las inevitables imperfecciones que conlleva el amateurismo de la cinta- a la hora de exponer el nihilismo característico de aquella generación y los contravalores asociados al mismo. Su estilo fílmico, podría decirse impresionista, casa francamente bien con la idiosincrasia descrita, contribuyendo a la eficacia de una película con tan escasas pretensiones como sus protagonistas.
La habilidad del factótum Kevin Smith tanto detrás de la cámara como en la sala de montaje se ve respaldada por el enorme ingenio que destila cada línea de su guión. Rebosante de corrosiva comicidad y de diálogos acerados como balas trazadoras, engalana a unos personajes que, de otro modo, hubieran venido grandes a sus intérpretes aficionados- el reparto, como el equipo técnico, lo integra la pandilla de Smith, alguno hasta en cuatro papeles diferentes.
El recién mencionado elenco de amiguetes incluye lo que posiblemente fuera uno de los hallazgos cómicos de la década: Jay y Bob el Silencioso- este último encarnado por el propio Smith-, responsables de momentos impagables, no sólo en "Clerks", sino en buena parte de la filmografía posterior de su director.