Estupenda comedia de terror, eco no muy lejano todavía de los desenfadados films que aquilatarán el subgénero en la década de los ochenta y última parada en la carrera de Peter Jackson antes de su fichaje por la gran industria para la trilogía de «El señor de los anillos» («The Lord of the Rings», 2001, 2002 y 2003, respectivamente). A su vez, la producción de Robert Zemeckis y el protagonismo de Michael J. Fox le dan un aire de familia con otra saga, en su caso la de «Regreso al futuro» («Back to the Future», 1985, 1989 y 1990, respectivamente).
Adorna a «Agárrame esos fantasmas» un sentido del ritmo indesmayable, así como unos efectos digitales ciertamente pintones, con un villano de ultratumba cuyas trazas anticipan de modo palmario las de los Nazgûl de la icónica adaptación que el realizador neozelandés hará del universo de Tolkien. El resultado es una historia divertidísima, pespunteada de situaciones delirantes —los cameos de R. Lee Ermey, eterno sargento Hartman, son sencillamente impagables— y aureolada de una atmósfera —y un grano— definitivamente de otra época.
En su última aparición cinematográfica, Michael J. Fox despliega el nervioso carisma acostumbrado; no obstante, parece adivinarse un fondo de tristeza en su interpretación, consciente —me figuro— de las terribles implicaciones —para cualquiera, pero en especial para un actor— del Párkinson que se le había diagnosticado cinco años atrás. Sea lo que fuere, insisto en que «Agárrame esos fantasmas» desborda entretenimiento por los cuatro costados. En suma, película más que recomendable para cualquier tarde-noche de las jornadas festivas en que andamos inmersos, proclives al haraganeo nostálgico, eso sí, bien entendido.