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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
7
Comedia. Drama La película consta de seis episodios que alternan la intriga, la comedia y la violencia. Sus personajes se verán empujados hacia el abismo y hacia el innegable placer de perder el control, cruzando la delgada línea que separa la civilización de la barbarie. (FILMAFFINITY)
1 de febrero de 2016
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"Relatos salvajes" es un muy estimulante compendio de breves "comedias bárbaras" cuyo nihilismo, conspicuo y liberador, agarra por las solapas al espectador más amodorrado y lo zarandea sin piedad hasta sacarlo del atocinamiento o, cuando menos, aflojarle un par de empastes. Muy en la línea de la "ficción transgresiva" de un Palahniuk —me ha recordado, de hecho, a la brutal miscelánea de "Error humano"—, Damián Szifrón desatasca nuestros oídos de súbditos resignados de la Gran Recesión con la cruel carcajada que constituyen estos "Relatos salvajes" suyos.
La película se estructura en seis sketches ordenados de manera sucesiva y sin relación argumental aparente —que sí temática: la frustración, la rabia subsiguiente y, por una vez, la posibilidad de darle satisfacción, con las intempestivas, inabarcables consecuencias que ello conllevaría—. La intensidad de cada uno varía según su ubicación en el conjunto, como si de una pieza sinfónica se tratase. Así, la obertura corresponde a la potentísima y coral secuencia del avión, directo implacable a la mandíbula, y que encuentra su espejo deformante —más si cabe— en la estremecedora boda que cierra la obra, a mi juicio el más meritorio, por la complejidad técnica intrínseca, y logrado de los "relatos". Entremedias, un ramillete algo desigual de historias bizarras. La protagonizada por Leonardo Sbaraglia es una juguetona reelaboración en clave goyesca de la icónica "Duel" (El diablo sobre ruedas, 1971). La del ingeniero "Bombita" que encarna el siempre eficiente Darín me ha gustado menos, por cuanto se resuelve de manera previsible y bastante edulcorada. La del restaurante de carretera plantea un interesante dilema ético que no tarda en despacharse por las bravas, cual nudo gordiano post-burbuja inmobiliaria. Y respecto a la del atropello con fuga, la reflexión que propone en torno a la corrupción, no ya solamente política sino directa y descarnadamente estructural, se hace un tanto árida, al habérsela despojado de casi todo rastro del humor —cierto que negro como la pez— que preside el resto de relatos.
En cualquier caso, estamos ante una cinta desopilante que hará las delicias de los admiradores del desafuero. Además, será motivo de estupefacción, levantando alguna ampolla que otra, para más de un moralista mojigato. Lo cual merece la pena por sí mismo.
Carorpar
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