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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
8
Cine negro. Thriller La historia de un hermético y frío asesino a sueldo. Jeff Costello es un perfeccionista que siempre planea cuidadosamente sus asesinatos y al que nunca han atrapado. Sin embargo una noche, tras liquidar al dueño de un club nocturno, queda a la vista de varios testigos. Sus esfuerzos por construir una coartada fallan y poco a poco es acorralado, tanto por la policía como los clientes que le han traicionado. (FILMAFFINITY)
21 de noviembre de 2021
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras una temporada alienándome con los edulcorados manierismos hoy de uso, el espíritu me pedía una dosis de algo más duro, como un DYC a palo seco o Alain Delon enchufándose los Gitanes doblados. Efectivamente, un ciclo de buen polar francés es lo que necesitaba. Y qué estupendamente me ha sentado.
Admirador confeso del cine negro americano, Jean-Pierre Melville adaptó sus códigos a la peculiar idiosincrasia gala, llevándose aquellas historias de gánsteres de los años treinta a la “banlieue” parisina de los sesenta. Melville nunca dejó de ser un “outsider”, de modo que, pese al creciente éxito de sus películas, siguió rodando con presupuestos bastante limitados —buena parte de los cuales debía de gastarlos, supongo, en satisfacer los emolumentos de una estrella de la talla de Delon, su actor fetiche— y en un pequeño estudio de su propiedad, en cuyo ático, de hecho, vivía él.
“El silencio de un hombre” seguramente constituya su obra maestra, así como el más perfecto ejemplo del inconfundible subgénero. Con argumento mínimo —un asesinato por encargo que no sale todo lo bien que hubiera sido deseable— y unos valores de producción espartanos, hay en ella más honestidad y amor por sus personajes, y por el séptimo arte en general, que en toda la cosecha audiovisual de la última década —y puede que hasta me esté quedando corto—.
El pulquérrimo Alain Delon no dice más de media docena de frases en hora y cuarto de metraje; pero en ese mismo tiempo le da para robar dos “tiburones”, dos, seducir a otro par de mozas, liquidar a un empresario de la noche, fumarse tres estancos, curarse un balazo sin emitir media queja, darle una manta de guascas a un matón de la competencia y vacilarle a una prefectura entera de policía. Todo bajo el improbable nombre de Jeff Costello. No se puede molar más.
Me pongo ya mismo con “Círculo rojo” (“Le cercle rouge”, 1970). Eso sí, antes me voy a comprar una gabardina y un sombrero; claro, que dudo mucho que llegue jamás a subirme el cuello de la primera y calarme el ala del segundo con semejante “flow”. Definitivamente, C. Tangana es un aficionado.
Carorpar
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